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Vivir diez años en Trípoli condenados a la oscuridad

domingo, 27 septiembre 2020 - 01:23
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Karim Addullah, propietario de un comercio en el corazón de Trípoli, recuerda cada día una promesa que escuchó en la primavera de 2016, poco tiempo después de que el nuevo Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) apoyado por la ONU abandonara el hotel de Túnez en el que fue formado y se acomodara en el barco que le infiltró en la capital.

Al mando del mismo, el todavía líder del Consejo Presidencial, Fayez al Serraj, anunció que resolvería "en cien días" el problema de la electricidad, que atormenta a los libios y complica su vida cotidiana desde que en 2011 estallara la revuelta que acabó con la dictadura de Muamar el Gadafi.

Un lustro después, la guerra, el caos y la violencia son aún la norma en Libia y las protestas contra la precariedad de los servicios, y en particular contra los prolongados cortes de suministro eléctrico, se multiplican a diario no solo en Trípoli, también en las ciudades del este bajo la tutela del mariscal Jalifa Hafter.

Anoche, la ira ciudadana se extendió por diferentes barrios de la capital y se tradujo en comercios cerrados y calles en perenne oscuridad, solo rota por los gritos de grupos de manifestantes y decenas de barricadas de neumáticos ardiendo.

"No podemos aguantar más, es imposible. No queremos guerra, no queremos política, queremos una vida normal, con luz y electricidad", explicó a Efe Abdullah, un desesperado padre de tres hijos.

Aun así, es uno de los pocos privilegiados del barrio, no por contar con un generador que le permite abrir su pequeño comercio, sino por tener todavía con qué alimentarlo, ya que el combustible, al igual que el gas ciudad y el agua corriente, también escasea.

GUERRA Y CORRUPCIÓN

Analistas libios advierten de que más allá de la década de conflicto, que ha destruido gran parte de una infraestructura nacional ya de por sí obsoleta, el problema está vinculado de forma estrecha a dos de las muchas rémoras que arrastra el país: gestión deficiente y corrupción extensa.

En 2019, el GNA destinó más de 1.600 millones de dólares del presupuesto a la Compañía General Eléctrica nacional, responsable del suministro en el oeste del país.

Sin embargo, el dinero no ha servido para frenar unos apagones recurrentes que se prolongan más de veinte horas, fruto tanto del bloqueo de la industria petrolera que durante más de siete meses ha mantenido el mariscal Hafter como de los robos de cables, transformadores y otro tipo de material, que retrasan las reparaciones.

Según fuentes de la compañía eléctrica, ya se ha conseguido restablecer el suministro de 135 megavatios en la ciudad-estado de Misrata, principal aliada del GNA, y se espera que en los próximos días recupere la plena actividad la central eléctrica de Ruweiss, esencial en la región oeste.

También se avanza en la reparación del tendido eléctrico en la localidad de Janzour, en el extrarradio oeste de la capital, que permitiría el suministro de 220 kilovatios a Trípoli.

ESFUERZO INTERNACIONAL

La crisis energética -considerada un obstáculo más en el camino hacia un proceso de paz que ahora lideran Rusia, principal socio del Gobierno en el este, y Turquía, apoyo esencial del GNA- fue el tema principal de una reunión celebrada esta semana en Túnez bajo el auspicio de la enviada especial de la ONU a Libia, Stephanie Williams, y el embajador de la Unión Europea (UE) en el país norteafricano, José Sabadell.

Al encuentro asistió, asimismo, el embajador de Estados Unidos en Libia, Richard Nolan; diplomáticos de Francia, Egipto, Italia, Emiratos Árabes Unidos y Turquía, además del director general de la compañía nacional libia, Abdul Salem al Ansari.

Este último se quejó de la situación de seguridad, pero en especial de la falta de fondos para llevar a cabo los trabajos porque "los impuestos que se recaudan no se canalizan de forma adecuada".

Al Ansari admitió que Libia necesita de la contribución directa de las compañías extranjeras y lamentó que esta no sea efectiva debido a la amenaza de secuestro y a los robos habituales de material.

A principios de julio, la empresa energética italiana ENI comenzó a explorar la posibilidad de involucrarse en los trabajos de reparación en el oeste, un área donde tiene grandes intereses petroleros (incluida la refinería de Mellitah), pero sin dar el paso definitivo, como tampoco lo ha hecho hasta la fecha la turca Kalyon Group, interesada en desarrollar plantas solares.

Fuentes próximas a la reunión revelaron a que el embajador estadounidense deslizó la idea de que empresas de su país desembarcaran en Libia para solucionar un problema que para Abdullah, como para la mayoría de la población libia, es más acuciante e importante que el pulso por el poder que mantienen dos gobiernos en el corazón de un conflicto multinacional que les condena a vivir casi aislados, en la oscuridad, sin bombillas, frigoríficos, televisión o conexión a internet.

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