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Vivas nos queremos: ¿Cuál es la causa de los femicidios?

martes, 12 febrero 2019 - 03:30
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Desde 2014 Ecuador tipificó la violencia psicológica y el femicidio. Se visibilizó un problema antes escondido sí, pero la real causa de la violencia parece ser más compleja.

No es solo el dolor físico de la violación en  manada a Martha; ni el asesinato de Diana, acuchillada por su pareja, femicidio  difundido en redes sociales en una esquina de Ibarra, ante la impasividad de varios policías. Es revictimizarlas, al preguntar si Martha estaba sola en  la fiesta de cumpleaños; al insinuar que Diana es  corresponsable por aguantar el comportamiento  agresivo y violento de su compañero sentimental.
 
Los dos casos espeluznantes, con distintos  desenlaces porque Diana murió con el pulmón  perforado en un hospital público, y Martha se  recupera de las agresiones en otra casa de salud,  tienen un elemento en común: el ejercicio brutal  del poder de la testosterona de machos alfa. Pero,  ¿es esa la única causa?
 
Ecuador dio un paso adelante al agregar en su legislación (Código Orgánico Integral Penal, COIP, en  2014) dos tipos penales antes inexistentes: violencia psicológica y femicidio. Ambos buscan penalizar  el inicio y el fin de la espiral de agresiones contra  una mujer, porque la fase inicial suele incluir el amedrentamiento y la presión; y el ciclo puede terminar  en la muerte de la víctima, dice Mayra Soria, fiscal  especializada en Violencia de Género, una  de las 19 unidades en Pichincha.
 
Soria, con 16 años de experiencia en la entidad, fue la primera  fiscal en lograr una sentencia  en el país por violencia psicológica. Y fue la única que  impulsó la investigación  para conocer qué pasó con
Juliana Campoverde, una  joven quiteña que habría desaparecido en manos de pastores de una  organización religiosa.
 
Desde 2014 empezaron a denunciarse ambos delitos en el país. “Esto, que es  sin duda un avance, visibilizó las denuncias y sacó a la luz hechos que ocurrían  al interior de cuatro paredes”, explica la  fiscal general Ruth Palacios, quien años  atrás fue comisaria de la Mujer. Pero ella  aclara la razón por la que no todos los casos terminan en sentencia por femicidio :  la Fiscalía debe tener todos los elementos para probar que el atacante ejerció poder sobre la víctima y que el crimen es el epílogo de un hecho de violencia de género.
 
“La Fiscalía debe intentar que la víctima rinda un testimonio anticipado, esta figura está contemplada en la Constitución, en cualquier momento la agredida puede hacerlo”, advierte Soria.
 
¿Por qué es tan importante este  paso? La mujer denuncia cuando acaba  de recibir una golpiza, cuando está afectada por la agresión física, cuando se  siente fuerte para terminar con una relación tóxica y peligrosa. El proceso judicial  tiene sus fases; cuando avanza hasta  la fase en que un juez la llama a rendir  testimonio, puede haber transcurrido  tanto tiempo que ya no tiene fuerzas, o  cayó en la fase amable de una relación  de este tipo, que suele cumplir este ciclo:  agresión, firme decisión de terminar con  la relación, disculpas y reconciliación,  luna de miel, nueva agresión…, según el  neuropsicólogo Óscar Grijalva, uno de  los peritos que colaboran en la Fiscalía.
 
Déjenlas hablar
Los jueces deben entender la importancia de recibir el testimonio anticipado de una víctima. Esta diligencia se cumple mediante  un protocolo especial, en  un espacio acondicionado para el efecto,  llamado cámara de Gesell.
 
En la Unidad de Atención Pericial Integral (UAPI), en la fiscalía de Pichincha,  funciona una de estas salas. Víctimas de  todas las edades cuentan lo que les pasó,  muchas a veces sin entender el alcance  de las palabras (alguien rozó, frotó, penetró su cuerpo). Los más pequeños se  ayudan con muñecos que reproducen  íntegramente todas las partes de la anatomía. Un psicólogo designado como  perito ayuda en este paso, que es crucial  para probar el delito cometido. Al aislarlo  del agresor, se evita revictimizarlo.
 
Grijalva cree que como sociedad damos el enfoque equivocado al fenómeno.  “Aquí vemos una parte de la realidad,  situaciones que pudieron prevenirse si el  individuo a los 8 años tenía una historia  clínica mental levantada, que alertara  posibles comportamientos”.
 
  RECHAZO. Los últimos casos suscitados en menos de una semana generaron marchas.
 
Para él, explicar los casos de Diana y  Martha como el resultado de la violencia  machista es reducir un complejo problema multicausal a una sola dimensión.  “Hay un problema de fondo que tenemos como sociedad y como país, no  tenemos un trabajo en salud mental (...)
 
Cuando exista una Ley de Salud Mental  y levantemos una historia clínica mental  de cada persona, podremos dar atención  psiquiátrica, psicológica, neurológica y  terapia farmacológica, y así tratar el cuadro que desencadena esa violencia”.
 
El perito explica que “Todos somos violentos en potencia”, porque la estructura más primitiva del cerebro encierra un núcleo amigdalino (cerebro reptiliano), responsable de reacciones violentas.
 
Cuatro factores actúan en el desarrollo psíquico: predisponentes (genéticos),  determinantes (el hogar y el medio); desencadenantes  (situaciones concretas) y  mantenedores del problema (caldo de  cultivo). Cada persona responde a distintas circunstancias en forma particular.
 
El individuo violento tiene tres perfiles: el pasivo o en apariencia tranquilo; el que planifica porque está resentido; y el  impulsivo, que no tiene freno emocional.
 
El problema sería entonces más complicado de lo que como país estamos  viendo. Estamos naturalizando la violencia. Ya es momento de detenerla.

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