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Guerra avisada

lunes, 8 agosto 2022 - 07:50
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    Guillermo Lasso y su movimiento CREO fueron corresponsables del fraccionamiento en el que cayó Quito en las elecciones seccionales de 2019, permitiendo que un candidato con apenas 21 por ciento de votación se alzara con la Alcaldía Metropolitana.

    Tanto en el aspecto público como en el privado, Lasso ni los suyos reconocieron ese error de bulto porque teniendo la posibilidad de trabajar en un proyecto de ciudad consolidado, dividieron el electorado profundizando una atomización que a la ciudad le ha costado otros cuatro años de desprestigio institucional.

    El panorama electoral se repetirá para las próximas elecciones y, aunque en una posición mucho más debilitada, el presidente Lasso y su gobierno tendrán que tomar una definición política... Ojalá esta vez sea algo mucho más reposado.

    Varias encuestas que han circulado luego del paro de junio confirman el deterioro acelerado del Primer Mandatario en la capital ecuatoriana. Informe Confidencial, por ejemplo, advierte que solo el 17 por ciento aprueba su gestión; mientras que Perfiles de Opinión le da 24 puntos. Según esta firma, por primera vez, Lasso tiene mejor imagen en Guayaquil (casi 31 puntos) que en Quito.

    Si estos números se mantienen hacia finales de año, algo que es bastante probable, al Régimen se le presentan dos escenarios políticos que deberá resolver con inteligencia, mucha habilidad y altas dosis de realismo.

    Esta vez, Lasso no estaría en capacidad de convertirse en el gran elector de la contienda por la Alcaldía de Quito, hecho que como se describió líneas arriba, CREO lo desperdició en 2019.

    De allí que el empecinamiento de poner un candidato propio sin ninguna estrategia, podría resultarle fatal, pues habrá muchos sectores que quieran convertir esta elección en una suerte de plebiscito en su contra. Además, el Gobierno no puede contribuir, otra vez, a que el fraccionamiento tan pernicioso se profundice.

    Frente a esta lectura, habrá quienes sostengan que CREO debería abstenerse de participar y dejar que el resto de políticos resuelva los destinos de la próxima Alcaldía. Pero esta salida también conlleva riesgos de altísima proporción, pues sería exponerse a que el correísmo regrese al Municipio, triunfo electoral que sin ninguna duda será interpretado como un voto castigo a un gobierno que se desgasta con rapidez.

    Sobre todo, en el entorno político actual, donde esa corriente política volvió a controlar la Asamblea y, en cuestión de días, haría lo propio con el Consejo de Participación para presionar, por ejemplo, en el concurso del Contralor.

    El margen de maniobra que tiene Lasso para incidir en estas elecciones es muy estrecho y de alta cirugía. Aquí ya no cabe el relato de la ingenuidad para justificar sus múltiples pasivos, sino la urgencia de articular de manera indirecta la construcción de un frente mucho más democrático que convoque candidaturas sólidas que le permitan a la ciudad soñar con un futuro, donde el tóxico binarismo (a favor o en contra del correísmo) deje de atormentar a los quiteños.

    Un alcalde que no celebre haber triunfado sobre el deterioro político del Gobierno, significaría el mejor escenario posible para el Presidente.

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