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De tal palo... Cuando los hijos se enamoran

17 agosto 2020 - Revista Hogar

Fui invitada a un almuerzo familiar, en casa de mi amiga Belén. El motivo de la reunión era que, tras años de estudios en EE UU, Camila -la hija de Belén-, regresaba a Ecuador y quería presentarnos a su novio Michael.
La expectativa era máxima. Todos llegamos a la cita con el mejor ánimo, dispuestos a conocer al gringuito que había conquistado el corazón de nuestra linda Camila.
La suegra de Belén se había aprendido algunas frases en inglés para darle la bienvenida: “Mai neim is Chavela, nais tu mit yu, diar Michaelito” (las abuelas y sus diminutivos).
Mi amiga Belén cocinó un lomo de cerdo, -su especialidad- y hasta renovó el juego de vasos porque los que tenía en su casa eran reciclados de mermeladas y Nutella.
Según la edad de los invitados, cada uno se hacía una idea de cómo sería Michael: Un John Wayne millennial, un Brad Pitt sabrosón, un Justin Bieber educado. Al rato se abrió la puerta, entraron Camila y Michael, y el gran secreto se reveló: Michael no era gringuito. Su verdadero nombre era Miguel López y era ecuatoriano, aunque vivía desde los dos años en California. 
Las expectativas aterrizaron en la realidad: se parecía más a JotaJota que a Justin Bieber. Llevaba unos pantalones tan rotos que se le escapaban las rodillas y, casi, casi, una nalga. Vestía chanclas y estaba tatuado de cabo a rabo (era una obra de arte, la verdad). Saludó con un informal “Hey, guys”, haciendo con la mano el gesto como de una pistola, y todos nos quedamos boquiabiertos.
Como ninguno de los abuelos hablaba inglés, me apresuré en traducirles en voz bajita: “El chico quiso decir buenas tardes a todos, encantado de conocerles, me llamo Michael y me tienen a sus órdenes”. Se sentó a la mesa y toda la familia estaba al borde del shock anafiláctico.
Belén sirvió el plato principal y Camila nos dijo que Miguel era vegano y defensor de los animales. Eché un vistazo a la mesa: todo el menú algún día había paseado por el campo. Al rato supimos que a Michael Miguel le gustaban el hip hop, la cultura hippie, y su frase preferida era: “Peace, love and reguetón”. Miré a los abuelos y me sentí obligada a traducir: “Dice que su cantante favorito es José Luis Perales”.
Después Michael Miguel confesó que le gustaría vivir en una caravana camper y viajar con Camila por toda América: “I love camper life”. Miré a los abuelos, y traduje: “Dice que admira a Gandhi y a la Madre Teresa”.
Cuando le preguntaron por sus actividades profesionales, dijo que era influencer y gamer. Para tranquilidad de los abuelos mencioné: “Trabaja en temas tecnológicos y de comunicación”.
Belén y su marido no podían disimular la rabia. 
Cuando ayudé a llevar los platos a la cocina, mi amiga furiosa me dijo: “Si le gustan los animales, le voy a regalar una boa”. “No exageres, a mí me cae bien”, le dije. Pero ella volvió al ataque: “¿Te has fijado? Cumple con las tres F: Feo, fofo y fendejo. Mi hija es una tonta que no sabe elegir”.
Volvimos a la mesa y entonces la abuela intentó hacer una última pregunta: “Michaelito, the neim of your fader is?” Era su versión en inglés de esa pregunta tan ecuatoriana: “¿De cuáles López eres, hijito?”.  Él contestó: ¿My father? His name is José López Miranda.
No pude evitar la carcajada. Belén se puso pálida. El Pepe López… el amor de su adolescencia, el que le cantaba “Nuestro Juramento” y que le rompió el corazón cuando a los 18 se fue a vivir a Los Ángeles. La miré y le dije: “Yo sí le notaba cierto aire familiar. De tal palo…”. 
 
 
 

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