Sisa y su nueva vida: Un 'pedazo de bosque andino' para una osezna que sobrevivió a los estragos del maltrato

Han pasado varios meses desde que Sisa, una osezna andina que fue rescatada en la provincia de Cotopaxi tras ser descubierta con una soga al cuello a las afueras de una vivienda, ingresó al Zoológico de Quito para ser tratada por un equipo médico, con el objetivo de que su salud se restableciera.
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Separada de su madre en agosto del año pasado, cuando tan solo tenía dos semanas de nacida, la entonces cachorra, que permanecía cautiva en la comunidad de Angamarca, atravesó un severo cuadro de desnutrición bajo el yugo del maltrato.
Haber sido extraída de su hábitat natural a tan temprana edad, cuando incluso se encontraba en lactancia, devino en que no desarrollara las habilidades necesarias para alimentarse y mantenerse segura en libertad. Esta secuela, a diferencia de las de carácter físico que presentaba, es irreversible.
Por ello, luego de una evaluación de su caso, en una mesa técnica conformada por autoridades ambientales y expertos se dispuso que la osezna, cuya especie se encuentra en riesgo de extinción de acuerdo a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, debía vivir bajo cuidado humano permanente.
De esta manera, el Zoológico de Quito asumió el desafío de buscar padrinos para financiar y llevar a cabo la construcción de su nuevo hogar: un hábitat de 3.000 metros cuadrados situado en una quebrada, lo más parecido a su entorno natural, con altos árboles, pozas de agua, vegetación nativa, áreas de descanso y más estructuras.
Martín Bustamante, director del Zoológico de Quito, explica que el lugar sería como “un pedazo de bosque andino”. Mientras la institución suma aliados para materializar ese proyecto, Sisa comparte sus días con Archi, un coatí con el que ha forjado un fuerte lazo emocional.
“Esto representa un estímulo adecuado para ella. Pensemos que ella es una cría de oso andino y eso significa que debe estar con alguien más. Ese alguien más además debe ser caliente y peludo”, cuenta el biólogo esbozando una sonrisa, acotando que Archi, al igual que la osezna, no se encuentra en capacidad de sobrevivir por su cuenta si llegase a volver a su hábitat natural.
Casi recuperada por completo del daño que sufrió mientras estuvo cautiva, Sisa trepa con frecuencia los troncos que se erigen en el espacio transitorio donde vive y come las frutas que hallaría si aún estuviera junto a su madre en el bosque andino. El hecho de que pueda expresar su comportamiento natural es sumamente importante para que su salud permanezca estable.
Si bien la osezna halló un nuevo hogar, la falta que hará en las montañas en donde nació dejará en un estado aún más vulnerable a su especie en general, la única de oso en Sudamérica, cuya población se ha reducido drásticamente con el paso de los años debido a la pérdida de hábitat, la cacería y el tráfico ilegal.
En el marco de los desafíos que enfrentan estos mamíferos en los Andes tropicales, una cordillera de montañas que se extiende desde el norte de Venezuela hasta el sur de Chile, el “pedazo de bosque andino” que prevé construir el Zoológico de Quito mantendría a Sisa alejada de peligros.
Dicha zona incluso podría llegar a albergar a más de una osezna andina en el futuro, pues una cachorra que quedó separada de su madre luego de que ambas intentaron cruzar una carretera en la localidad de Ambuquí, en Imbabura, llegó en marzo de este año al Zoológico de Quito.
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Al igual que cómo fue resuelto con Sisa, dependiendo de las habilidades que pudo adquirir antes de perderse y las que podría desarrollar con la ayuda de los biólogos y veterinarios, en una mesa técnica conformada por expertos se concluirá si la osezna se encuentra en condiciones para sobrevivir si llegara a regresar a su hábitat natural.
“En algún momento compartir espacio podría ser beneficioso para las dos oseznas, dependiendo de cuál va a ser el camino que se elija para ellas. Una sabemos que se quedará aquí, en el zoológico, y la otra, no lo sabemos aún”, explica Bustamante, quien advierte, sin embargo, que la convivencia entre ejemplares puede volverse compleja una vez que alcanzan la adultez.
Ante la incertidumbre sobre el futuro de la nueva cría y el destino sellado de Sisa, el Zoológico de Quito advirtió sobre una aproximación a un deterioro ambiental irreversible en el país y exhortó a la ciudadanía a reflexionar sobre cómo puede contribuir a la conservación del oso andino en su hábitat natural.
Más allá del riesgo que se yergue ante la especie en sí, este se extendería hacia los bosques andinos, pues estos mamíferos son esenciales para la conservación de la dinámica de aquel tipo de ecosistema por su rol como polinizadores y propagadores de semillas.
Con miras a que el espacio diseñado para la conservación de la especie en el centro se adapte a las necesidades de los ejemplares que podría albergar de la mejor manera, Bustamante hizo un llamado a empresas privadas para que forjen una alianza con el centro y donen materiales de construcción, como, por ejemplo, mallas para cerramiento.
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Entretanto, Sisa continúa su proceso de rehabilitación junto al coatí Archi, bajo el cuidado de especialistas que supervisan cuidadosamente la temperatura, la hidratación y la alimentación de la osezna en su espacio transitorio, el cual renuevan cada dos semanas debido a que ella suele destruirlo durante sus juegos y porque cada vez requiere estímulos cada vez más desafiantes.
El tráfico y tenencia ilegal de animales silvestres está penalizado en el artículo 247 del Código Orgánico Integral Penal: “La persona que cace, pesque, tale, capture, recolecte, extraiga, tenga, transporte, introduzca, almacene, trafique, provea, maltrate, se beneficie, permute o comercialice, especímenes o sus partes, sus elementos constitutivos, productos y derivados, de flora o fauna silvestre terrestre, marina o acuática, de especies listadas como protegidas por la Autoridad Ambiental Nacional o por instrumentos o tratados internacionales ratificados por el Estado, será sancionada con pena privativa de libertad de uno a tres años”.