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El modelo político que montó Abdalá Bucaram y que ha funcionado por 4 décadas: la historia de sus "favores"

martes, 1 septiembre 2020 - 03:55
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Aunque pueden ser desagradables o aborrecibles, determinadas cosas o personas no desaparecen por la simple razón de que son útiles para alguien. Es lo que ha ocurrido con Abdalá Bucaram y su clan familiar desde casi el inicio del retorno a la democracia, hace ya 38 años: muchos políticos coinciden en que son detestables, pero tarde o temprano siempre hay alguien que los necesita y los busca. Una utilidad que se origina, claro, en el modelo político que montó Bucaram y que se explica en su capacidad para conocer secretos y administrarlos o captar adhesiones y simpatías en amplios sectores de la sociedad. Eso que la academia llama populismo y los psicólogos de masas empatía.
 
Si hay que darle una partida de nacimiento a esta historia de favores mutuos, ésta podría haber sido expedida en 1984. Ese año, Bucaram fue elegido como Alcalde de Guayaquil. Fue tan ignominiosa y escandalosa su gestión que terminó huyendo a Panamá acusado por sus más enconados enemigos, los socialcristianos, de corrupto. La Contraloría de aquel entonces lo acusó de haber desviado fondos en la contratación irregular de volquetas de cascajo para el relleno del suburbio y las FFAA le pusieron un juicio por ofensas. En Panamá, fue detenido por la policía panameña por posesión de droga. Bucaram aseguró entonces, que la droga había sido colocada en su vehículo por los socialcristianos con la ayuda de policías panameños.
 
Curiosamente, en 1988 la misma fuerza política que propició su exilio auspició su regreso al Ecuador. ¿Su objetivo? Que se candidatice a la Presidencia para restar votos a Rodrigo Borja en Guayaquil. El axioma de los estrategas socialcristianos no funcionó y Borja ganó la Presidencia. Entonces, el juicio a Bucaram se reactivó y nuevamente tuvo que exiliarse en Panamá. Desde allí logró controlar un importante número de diputados que, paradójicamente, ayudaron a Borja a conseguir la Presidencia del Congreso cuando su alianza con la Democracia Popular terminó y mucho se habló de que había sido a cambio de su regreso al país. Regresó, en efecto, y fue candidato en 1992 pero la truculenta gestión de su hermana Elsa en la Alcaldía de Guayaquil pesó demasiado y no pudo ganar.
 
Como hay casos en los que los sueños se cumplen, en 1996 finalmente logró ser presidente derrotando a Jaime Nebot en la segunda vuelta. Y lo hizo a costa precisamente de quienes ya habían acudido a su auxilio aunque se presentaban como sus peores enemigos: el socialcristianismo. Sin embargo, apenas duró seis meses en el cargo. Su estilo arrabalero y grotesco, sumado a los escándalos de corrupción colmó la paciencia de las clases medias y fue derrocado mediante un juicio político sui géneris en el que fue acusado de incapacidad mental, sin pruebas ni peritos en salud mental. Hasta el entonces embajador de los EEUU advirtió a los inversionistas de su país sobre la corrupción en el gobierno.
 
Luego de su fugaz Presidencia nuevamente se asiló en Panamá donde siguió siendo útil para distintas fuerzas políticas. En el 2007 se abstuvo de criticar al candidato Rafael Correa para facilitar su triunfo y poco después facilitó la inconstitucional operación correísta de los diputados de los manteles gracias al voto de su hermana Elsa que era consejera del Tribunal Supremo Electoral. En el 2017, cuando Lenin Moreno ya era presidente electo, se reunió con José Serrano y Eduardo Mangas que lo fueron a visitar en avión privado. Ahora, la oposición de Moreno sostiene que el presidente le ha entregado los hospitales aunque no ha identificado el beneficio que podría traerle al gobierno la supuesta la operación.
 
En Panamá vivió, como siempre, con gran holgura económica sin que se sepa a ciencia cierta de dónde venían los ingresos. De hecho, esto ocurrió siempre: Abdalá Bucaram siempre vivió con gran comodidad y nunca se le conoció otro trabajo que el de dirigente y operador político. ¿De qué vivía Bucaram y su familia? Según él de donaciones de sus amigos, entre ellos Eduardo Azar. El problema es que ese tema nunca fue investigado, seguramente porque destaparlo no convenía a quienes han acudido a él en búsqueda de auxilio.
 
El sistema operativo de Bucaram era, en síntesis, necesario para quienes querían controlar el poder o la justicia y vivir de eso. Fraguó, entre muchos otros acuerdos,  el «pacto de regalada gana» con sus supuestos enemigos los socialcristianos, durante el gobierno de Sixto Durán Ballén, para colocar en la Presidencia del Congreso a Heinz Moeller y en la Vicepresidencia a Marco Proaño Maya. También negoció con Lucio Gutiérrez que lo necesitaba desesperadamente por los intentos del socialcristianismo en derrocarlo y su regreso al Ecuador fue el detonante que puso fin a ese gobierno.
 
Bucaram también ayudó, aunque sin éxito, a Mahuad cuando comenzó el operativo para derrocarlo. Tuvo un acuerdo con el gobierno de Gustavo Noboa y entonces se habló de la posible candidatura presidencial de Heinz Moeller con su apoyo.
 
Que Bucaram haya estado presente en el escenario político de varias generaciones de ecuatorianos no se debe únicamente a su innegable popularidad y poder escénico. Se debe, sobre todo, a la clase política que, durante estas cuatro décadas, lo ha buscado, lo ha mantenido en las márgenes del sistema. Ella es la gran responsable de que, a pesar de todo su palmarés de corrupción y perversión, siga siendo un actor visible e influyente. Una clase política que requiere su ayuda cuando lo necesita o lo insulta cuando le conviene para fingir honestidad política. Hasta ahora, al menos.
 
*Tomado de 4pelagatos.com 

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