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“(Somos pesimistas) porque hay noticias esperanzadoras de las que no oímos lo suficiente”: Yolanda Kakabadse

jueves, 27 agosto 2020 - 11:58
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Yolanda Kakabadse trae a su memoria una frase de monseñor Desmond Tutu, el pacifista sudafricano que durante los años 80 luchó contra el Apartheid, para explicar su optimismo frente al futuro de la sociedad y el planeta en medio de la pandemia de Covid-19. “Cuando le preguntaron si él era un optimista o un pesimista, su respuesta fue: “yo soy prisionero de la esperanza”, y me encanta esta frase porque yo también lo soy”.

A la activista ambiental, que llegó a la presidencia del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y fue directora ejecutiva de Fundación Natura -la primera ONG ambiental del país- además de ministra de Ambiente, le encanta pensar diariamente en los pequeños logros que ocurren alrededor del mundo: el descubrimiento de una nueva especie, el avance de las energías alternativas, el hecho de que el gobierno chino haya dispuesto que no se sirva sopa de aleta de tiburón en ninguno de sus banquetes o de que la cantidad de tigres de Bengala se haya triplicado preservando así la especie y su ecosistema.

“Todas estas noticias, unas más pequeñas y unas más grandes, muchísimas también en el Ecuador, son importantes, pero lo que pasa es que no oímos de ellas lo suficiente” como para alimentar la esperanza.

Kakabadse tiene un modo particular de mirar y analizar los efectos de la pandemia y el papel de la sociedad en medio de esta crisis; para la ambientalista ecuatoriana, es el ciudadano el que debe ‘empujar la carreta’ para lograr que la dificultad traiga cambios.

P: ¿Cree que la pandemia y su impacto en la economía del país nos han colocado ante cambios que debían haberse dado hace mucho tiempo y que ahora se ven como inevitables?

R: Absolutamente. Creo que el golpe que más se siente es el económico; tenemos que reconocer que, como ninguna de las instituciones del Gobierno estaba preparada, los costos son mucho más altos de lo que deberían. Vemos la falta de capacidad para hacer frente a esta amenaza, lo que nos ha llevado a agravar una crisis económica ya existente, que es más visible, pero tan importante como las otras crisis.

P: ¿Cuáles son esas otras crisis?

R: Desde mi perspectiva, la crisis ambiental es tal vez la más fundamental porque supone el deterioro de los ecosistemas de donde surge precisamente la pandemia. Hay que acentuar esa información: este virus no nos llega en paracaídas; estuvo en la naturaleza, pero el ser humano crea las condiciones para que se convierta en amenaza, lo cual nos tiene que obligar a pensar sobre qué vamos a hacer para evitar la próxima crisis.

P: ¿Cuáles son los temas en los que el país debería reflexionar para buscar nuevos modelos?

R: Primero, reconocer que la naturaleza es importante y el país todavía no tiene una real conciencia de este tema. En este momento, tenemos unas pequeñas cuotas para satisfacer intereses de nosotros los ecologistas y de la comunidad internacional, pero el liderazgo del país y la sociedad civil deben aún reconocer que sin la naturaleza la muerte de todos está asegurada.

P: Si llegamos a esta conciencia, ¿qué debería cambiar en el modelo de desarrollo que seguimos?

R: Lo primero sería tener una institucionalidad ambiental fuerte. Lo segundo, reconocer que desarrollo no es el número de barriles de petróleo o de toneladas de camarón o banano que uno exporta; si ese dinero fuera a la salud, a la educación y a construir las bases de una sociedad de bienestar, perfecto, pero sabemos que no es así. El desarrollo tiene que medirse a través de una serie de indicadores de bienestar y la crisis actual evidencia que esos indicadores son muy pobres.

P: ¿Cómo deberíamos esperar entonces que actúen o reaccionen los líderes?

R: Creo que tenemos que repensar también lo que es el liderazgo del país. En este momento, la mayor parte de quienes se dicen líderes no son sino oportunistas en búsqueda de poder; tenemos que formar líderes que comprendan que la vida es la construcción de varios factores, donde ambiente, sociedad, economía e institucionalidad no pueden ir por separado.

P: Y si los actuales líderes no reaccionan, ¿qué le queda al país?

R: Construir desde la sociedad civil. Hace varias semanas, concluimos un diálogo intersectorial nacional con líderes de distintas geografías del Ecuador y acordamos ´Minga Ecuador’: un consenso alrededor de un país mejor. Es un acuerdo que puede irse construyendo desde cada población, cada ciudad, cada región, porque no tenemos que esperar que sea un gobierno el que proponga diálogos y rutas. Es la sociedad la que tiene que proponer para que sus gobiernos escuchen y respondan.

P: ¿Y cómo pasar de estos diálogos a los cambios concretos?

P: Yo no creo que hay que ser tremendamente ambiciosos y construir un plan de desarrollo del país; creo que hay que avanzar con pasos pequeños, pero muy claros y desde distintos lugares del Ecuador. Pienso, por ejemplo, que esta pandemia nos ha enseñado que sí podemos crear unas alianzas estratégicas entre el consumidor y el pequeño productor agrícola sin necesidad de tener que pasar por intermediarios. La sociedad tiene que ser la dinámica de un país, donde un gobierno traza la cancha, pero no asume todos los roles ni se apropia de las funciones del ciudadano.

P: Frente a la necesidad de reactivar económicamente el país, ¿hay propuestas que se están generando desde la sociedad civil?

R: Existen ideas concretas; por ejemplo, la bioeconomía: pensar en la cantidad de especies y de ecosistemas que pueden ser productivos en el país. Pongo un ejemplo: Ecuador es dueño de uno de los bambús de mejor calidad que existe en el planeta y hemos dejado que se pierda; por qué no hacemos que el bambú se convierta en un material que nos identifique e invertimos más por ahí. Así como las Galápagos nos identifica o como la quinua de los Andes se ha popularizado alrededor del mundo.

P: Muchos piensan que existe un divorcio entre estos conceptos relacionados con la sostenibilidad y las necesidades reales de la economía de un país; ¿cómo los empatamos?

R: No deben ser contradictorios; tenemos que reflexionar sobre la importancia de que estos nuevos negocios tengan una mirada de largo plazo además de una conciencia social, ambiental y económica compatibles. Que no se privilegie solamente lo económico y el corto plazo; lo estamos viendo ya en iniciativas como las empresas B -empresas de beneficio- que se autoevalúan y recapacitan sobre lo que les falta mejorar.

P: Académicos creen que la pandemia ha puesto en evidencia la crisis del capitalismo, ¿cree usted que el actual modelo económico no va más?

R: No soy una experta en el ámbito económico, pero siento que en este momento tenemos que ver qué de bueno tiene una y otra fórmula y qué oportunidades nos traen las nuevas formas de relación entre países y sociedades. La globalización tiene su utilidad en ciertas cosas, pero no en todas; nos hizo olvidar, por ejemplo, a los pequeños y medianos agricultores. Cómo hacemos entonces para recuperar las inversiones en otros espacios geográficos que no son los globales, sino los nacionales o los subregionales.

P: ¿Cuáles son las reglas del juego que deberían modificarse para enfrentar la pospandemia?

R: Yo diría que tiene que ver más con valores. Con la transparencia. Con la solidaridad, que tiene un significado enorme cuando hablamos de solidaridad entre naciones, entre continentes, entre generaciones. Me siento afectada cuando escucho a gente de mi generación decir que nosotros hemos destruido el planeta, pero que las nuevas generaciones lo van a mejorar. Es inmoral.

P: Varios países con grandes economías están prepagando las dosis de vacunas que prevén fabricar en un primer momento ciertas farmacéuticas; ¿es posible una solidaridad entre naciones?

R: Lo peor que nos puede suceder es que, una vez superada o controlada esta pandemia, volvamos a lo mismo; demasiadas lecciones hemos aprendido ahora con esta crisis como para no repensar formas de relaciones, formas de crecimiento, formas de bienestar.

P: Usted mencionaba que la pandemia nos ha permitido mirar nuevamente al pequeño agricultor como fuente directa de alimentos, ¿qué otros cambios de hábitos o conductas estamos viendo en la población?

R: Yo trabajo en un tema que es apasionante y me voy a referir a él porque ahí he visto cambios y es el desperdicio de alimentos. Es un tema que tiene que ver con la ética, con la solidaridad y la moralidad, que tiene que ver con la economía; la tercera parte de la comida producida en el mundo se va a la basura mientras los agricultores siguen extendiendo zonas agrícolas dejando atrás suelos absolutamente degradados. Creo que esta pandemia nos ha vuelto más conscientes de que cualquier comida que compremos tiene que ser bien utilizada; no hemos dado la vuelta a la tortilla, pero somos más cuidadosos.

P: Si no hemos reaccionado en décadas ante los efectos negativos de la explotación irracional de recursos; ¿por qué lo haríamos motivados por esta pandemia?

R: Creo que nos dejamos llevar por información negativa que está todos los días en primera plana; hay muchísimas buenas noticias que nos deben incentivar a la esperanza.

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