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Los nuevos rostros de las politécnicas

lunes, 5 agosto 2019 - 05:19
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Nuevos aires en la educación superior: son mujeres las que ahora dirigen las dos universidades politécnicas más grandes del país, cargos históricamente dominados por hombres. Las dos estudiaron en las mismas instituciones en las que hoy son rectoras, se especializaron en el extranjero y tuvieron que superar lógicas y estereotipos que preferían tener a las mujeres alejadas de las ingenierías.
 
Florinella Muñoz, ingeniera química y con un PhD en Ciencias Naturales, es la flamante rectora de la Escuela Politécnica Nacional en Quito (EPN), primera institución del país en ofrecer carreras técnicas desde hace 150 años. Y Cecilia Paredes, ingeniera mecánica y con un PhD en Ciencias Cerámicas e Ingeniería, comanda la Escuela Superior Politécnica del Litoral en Guayaquil (ESPOL), universidad que tiene 60 años de historia.
 
Las dos saben que les tocó esforzarse para encajar, estudiar más, conseguir más títulos, y abrirse camino en campos donde las mujeres tenían un rol antagónico o en algunos casos inexistente.
 
Entrar en el mundo de la ciencia para las mujeres nunca fue fácil: en el siglo V fue brutamente asesinada Hipatia de Alejandría, considerada la primera mujer científica, por sus conocimientos en filosofía, matemáticas, astronomía y música. El motivo: la acusaron de pagana y de alejarse de las “tareas femeninas”.
 
El sacrificio de Hipatia fue semilla para las mujeres en la ciencia. Ahora las flamantes rectoras de las politécnicas abren el camino para nuevas generaciones de ingenieras y futuras rectoras. Vistazo muestra sus perfiles.
 
 
“Yo quería ser astronauta”
 
A Florinella Muñoz le gustan los desafíos y también romper estereotipos. Es la primera mujer rectora de la Politécnica Nacional. Antes, dirigió el Departamento de Ciencias Nucleares durante 14 años. 
 
Cuando estudiaba su PhD en Alemania, una profesora de idiomas propuso un ejercicio: dividir la clase en dos grupos, hombres y mujeres. Ellos debían describir las cualidades de la mujer ideal, y ellas hacer lo mismo. Al presentar sus conclusiones, el grupo de hombres dijo que las mujeres deberían ser obedientes y, en lo posible, menos inteligentes que ellos. “¡No lo podía creer, éramos personas de todo el mundo estudiando un doctorado, supuestamente con un bagaje cultural, y tenían ideas tan retrógradas. Por eso estamos como estamos!”
 
Aunque eso ocurrió hace más de 20 años, sigue latente como una espina en la memoria de Florinella Muñoz. Escuchar un comentario de ese tipo en un centro de estudios del primer mundo  le impactó, porque durante su formación como ingeniera química en la Escuela Politécnica Nacional (EPN) nunca escuchó algo similar, o al menos no lo recuerda. “Yo estaba enfocada en mis metas y no me dejaba intimidar por nadie”.
 
Muñoz tuvo la suerte de contar con una familia dedicada al estudio, que la apoyaba incondicionalmente en los concursos de lectura u otras actividades a las que se vinculaba en la escuela. Su madre estudió medicina y su padre, un químico farmacéutico, nunca le dijeron que debía estudiar una “profesión de mujeres”. “De niña les dije que quería ser astronauta. Y me habrían apoyado”, comenta.
 
Al terminar la secundaria, Muñoz fue a inscribirse en Arquitectura en la Universidad Central. Un profesor de dibujo técnico le inspiró el entusiasmo por el diseño geométrico. Pero ese año la facultad no abrió sus puertas, así que probó suerte en la Politécnica, donde eligió Química. “Éramos tres mujeres entre 60 hombres en el prepolitécnico”, recuerda. Ahora, ella es la flamante rectora de la “Poli”. En diciembre de 2018 ganó las elecciones y se mantendrá en el cargo hasta 2023.
 
En la actualidad la brecha de género es menor. En carreras como Química hay un 50/50 de estudiantes hombres y mujeres. Sin embargo, en Ingeniería Mecánica, hay solo un 15 por ciento de mujeres. Además, la plantilla docente todavía mantiene la balanza desigual, con 510 profesores y apenas 223 profesoras.
 
Astronómica carrera
Aunque de niñ a soñaba ser astronauta no llegó a pilotar un transbordador; eligió otra carrera, pero sí que tomó el mando de una de las universidades más prestigiosas del país: tiene 150 años formando profesionales técnicos y científicos.
 
Muñoz siempre tuvo expectativas altas. No sabía alemán, pero postuló para su doctorado en ese país. Tuvo que aprender sobre la marcha. Tiene facilidad para los idiomas porque su madre era italiana y también hablaba alemán. Así que ella aprendió el italiano desde niña y un poco de alemán cuando joven, que luego perfeccionó en Europa. Además, habla inglés.
 
En 1995 llegó a la Ruhr Universität Bochum de Alemania y obtuvo su PhD en Ciencias Naturales en 1999. Además, realizó un trabajo experimental en Química de Radiaciones en el Instituto Max Plank. Dos años después de su regreso al Ecuador, la nombraron directora del Departamento de Ciencias Nucleares en la Politécnica, hasta el año 2016. ¿Un departamento de esta naturaleza en un país que no tiene plantas de energía nuclear?
 
Muñoz, demostrando su destreza como profesora, lo responde fácil: “Así como se usa la radiación en la medicina para tratamientos (contra el cáncer para eliminar las celular malignas), también se usa de manera industrial, como, por ejemplo, para eliminar bacterias de los insumos médicos o esterilizarlos. También se puede aplicar radiación a los materiales, por ejemplo, plásticos para hacerlos más resistentes o flexibles”. Simple física de partículas y sus aplicaciones que la rectora es capaz de explicar a un niño.
 
Ella tiene mucha esperanza en esta tecnología. Comenta que otros países en la región ya usan la irradiación para mejorar la calidad de los alimentos de exportación (durabilidad y eliminación de plagas), en lugar de aplicar productos químicos que muchas veces resultan tóxicos. “Tuvimos conversaciones con las entidades estatales, pero falta mucho. La idea es tener una planta de irradiación para mejorar las exportaciones”. Ahora que es rectora de la “Poli”, quizá pueda dar más respaldo al proyecto.
 
Luego de 14 años dejó el departamento, para convertirse en directora de Investigación. En e se cargo tuvo la oportunidad de conocer más la universidad y a todos los profesores, ya que debía supervisar sus trabajos. Y la universidad la conoció a ella. Aunque nunca se planteó ser rectora, ese cargo hizo que el resto de profesores y estudiantes la identificaran y apreciaran su trabajo.
 
Por eso, cuando le ofrecieron ser candidata a rectora, ya tenía un camino recorrido: ganó con el 54 por ciento de los votos, convirtiéndose en la primera mujer PhD en dirigir la universidad. Muñoz tiene 52 años, reconoce que el camino fue difícil y que el papel de la mujer aún no está valorado en su real dimensión. “Siempre me he esforzado y trabajado duro. No gané este cargo por ser mujer, sino por toda una serie de esfuerzos”.
 
Pintora y deportista
Fuera de la “Poli”, se define como una persona normal, que disfruta jugar vóley y pintar so bre tela. Es una habilidad que heredó de su madre, quien murió cuando ella estudiaba en Alemania. Muñoz no está casada ni tiene hijos. “Soy una persona que vive con un niño de 88 años”, dice, refiriéndose a su padre.
 
Aunque algunos todavía creen que una mujer realizada debe estar casada y con hijos, Muñoz cree que eso es parte de los estereotipos que se deben romper. “Yo siento que he cumplido mis sueños y metas. Y soy feliz con lo que tengo. Me defino como una mujer de vida real, como todas las que estamos trabajando día a día, no como el estereotipo de la mujer de telenovela”.
“Las soluciones no deberían tener género”
 
Tuvo que reparar turbinas de barcos para convencer a su padre que su destino era la ingeniería. Cecilia Paredes estudió mecánica en la ESPOL y se convirtió en la primera mujer rectora de esta institución. 
 
Creció entre piezas mecánicas, siguiendo los pasos de su padre, también graduado en la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL). De él aprendió a crear cosas y encontrar soluciones. Pero nunca pensó que su hija querría estudiar ingeniería mecánica al culminar el colegio. “Cuando se lo dije se preocupó muchísimo y me puso muchas pruebas”, relata Cecilia Paredes, con una sonrisa, ahora que es una de las ingenieras más reconocidas del país.
 
Así Paredes empezó con tareas como soldar y cortar metales hasta que se encargó del mantenimiento de turbinas de barcos, actividades antes realizadas exclusivamente por hombres. “Hombres y mujeres tenemos las mismas habilidades para ser ingenieros”, dice la guayaquileña, quien se graduó en la Facultad de Mecánica de la ESPOL en 1993. Ella fue una de las cinco mujeres de su promoción que se graduaron en 1993 de ingeniería mecánica.
Apenas el 10 por ciento.
 
Pero el camino para entrar a Mecánica no fue fácil, mucho menos para llegar a ser rectora. Tras varias pruebas, su padre supo que no podía convencer a su hija de escoger otra carrera y la apoyó, sin embargo, le dijo: “Tienes que tratar de tener más títulos que cualquier hombre porque eso vas a requerir para luchar en iguales condiciones”.
 
“Él y mi mamá me ayudaron, fue un trabajo en equipo”, añade. También fue su determ inación para conseguir becas y estudiar en el extranjero. Asumió el reto y eso significó, entre otras cosas, privarse de algunas fiestas con sus amigas. Para ella, primero estaban las tareas y exámenes de la universidad.
 
Primero los méritos
Antes de finalizar sus estudios universitarios, ya estaba decidida del siguiente paso: un título de cuarto nivel. Su director de tesis le comentó sobre una beca en Estados Unidos y le recomendó que aplicara, pese a que no cumplía el principal requisito: ser graduada, aún le faltaba la tesis. “Estaba compitiendo con profesores míos que también querían esa beca”.
 
Logró ese incentivo académico siendo estudiante y a contrarreloj elaboró su tesis. En la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey, obtuvo una maestría y un doctorado en ingeniería de materiales. Lo hizo con méritos, ya que años después fue reconocida como exalumna distinguida.
 
A su regreso, fue docente investigadora de la ESPOL y su carrera de ascenso continuó en 2005 como subdecana de la Facultad de Ingeniería en Mecánica y Ciencias de la Producción, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo.
Fundó el Laboratorio de Ensayos Metrológicos y de Materiales, en donde se comprueba la resistencia o la deformación que tiene un producto o materia prima en condiciones de alta presión. También creó el Centro de Investigación y Desarrollo en Nanotecnología.
 
En 2012 fue designada vicerrectora académica y en 2017 fue electa rectora, primera mujer en ese cargo en la ESPOL, institución que cumplió 60 años en octubre pasado. Actualmente es presidenta del Consorcio Latinoamericano y del Caribe de Instituciones de Ingeniería.
 
Cada logro es un obstáculo superado. “Me decían que iba a arreglar carros, pero lo que hago es diseñar, prototipar y proponer soluciones”. Y añade que “es importante tener mentoras en altas posiciones que puedan evidenciar la importancia de ser ingeniera”.
 
Para la rectora de la ESPOL, muchos de los problemas de la sociedad afectan a hombres y mujeres. “Cuando los problemas no tienen género, las soluciones no deberían tener género. En una sociedad donde priman las soluciones que vienen desde el cerebro y desde otras habilidades, la fuerza bruta queda en segundo plano”, afirma.
 
Al momento, la rectora, de 47 años, deja su huella en la politécnica, en donde asisten 10 mil estudiantes de grado y 1.500 de postgrado. Hay equidad de género en el total de docentes, que son 800. Sin embargo, la tarea pendiente está en equiparar el número en los docentes con nombramiento. Mientras en los cargos gerenciales y de decanatos la mitad son mujeres. Pero Cecilia Paredes resalta que en primer lugar están los méritos.
 
También impulsa la equidad de género en su hogar. Sus hijos Juan Francisco y Mía Alejandra realizan tareas sin distinción. Algo parecido ocurre con su esposo Edwin Cruz, quien trabaja en casa y cuida a sus hijos. “En nuestro caso está invertido lo que se cree que es normal, simplemente tomamos una decisión entre los dos de lo que nos convenía como familia”.
 
Nuevos proyectos
En su período al frente de la ESPOL continúa con varios proyectos. Entre ellos se destacan la Zona Especial de Desarrollo Económico (ZEDE) y Zona de Innovación del Litoral Ecuatoriano (ZILE), en los que se articula el trabajo en conjunto entre la industria, el Estado y la academia. Para estas iniciativas hacen falta recursos económicos gubernamentales.
 
Mientras que con el Municipio de Guayaquil se impulsa el proyecto Distrito 100. El objetivo es impulsar la innovación en estudiantes universitarios para solucionar problemas de la ciudad en miras al Bicentenario de Independencia.
 

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