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A pagar las cuentas

jueves, 22 octubre 2015 - 08:05
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    Los precios del petróleo cayeron a la mitad y nos enfrentamos cara a cara con la cruda realidad: el país no había cambiado como se creía. Seguimos siendo un país poco productivo y competitivo.

    La bonanza permitió una holgura fiscal que nos elevó a las alturas del misticismo llevándonos a declarar que estábamos ante la presencia del milagro ecuatoriano. El gasto público se duplicó entre 2008 a 2014 alcanzando el 44 por ciento del PIB, uno de los más altos de las Américas.

    En medio del asombro generalizado ante lo inefable, el espejismo se desplomó. Los precios del petróleo cayeron a la mitad y nos enfrentamos cara a cara con la cruda realidad: el país no había cambiado como se creía. Seguimos siendo un país poco productivo y competitivo.

    La primera reacción del gobierno fue confiar en su capacidad de endeudamiento externo para continuar su ritmo de gasto. Todas las esperanzas estaban puestas en China, que hasta entonces había sido nuestro principal financista. Pero el gigante asiático no estuvo a la altura de nuestras expectativas, y el gobierno tuvo que recurrir al financiamiento de corto plazo a través de preventas petroleras. Tampoco es una opción volver al mercado internacional de capitales porque los inversionistas ven al Ecuador como un país de alto riesgo y ahora exigen rendimientos cercanos al 15 por ciento.

    El abultado gasto público es una pesada carga que tendremos que asumir todos los ciudadanos. Al no contar con reservas que amortigüen el golpe, el ajuste fiscal es la única salida. Lastimosamente, se trata de una medicina amarga que pondrá en riesgo los avances sociales que trajo la bonanza.

    El gobierno ya inició su búsqueda de nuevas fuentes de ingresos fiscales: el paquete tributario llamado de “incentivos a la Producción” redujo las opciones de exención de gastos de publicidad, se concesionó la red 4G a los operadores telefónicos privados y se aprobó una ley para perdonar intereses y multas a los deudores del SRI. En adelante, se puede esperar que toda la creatividad oficialista se vuelque a la creación de nuevos tributos más allá de los ya anunciados a la herencia y plusvalía.

    Aunque al gobierno le desagrade la idea, tendrá que recurrir a los tradicionales recortes de gastos que ha rebautizado como “optimización”. A pesar del nuevo apelativo, su objetivo es el mismo: achicar el tamaño del Estado. Petroecuador es pionero reduciendo el exceso de personal. Otras instituciones seguirán su ejemplo.

    Los subsidios también serán revisados: se eliminará el subsidio al combustible para la aviación y se incrementará el precio de la gasolina Súper en las gasolineras estatales que además serán gradualmente privatizadas.

    Todo esto ya lo vivimos cuando tuvimos que pagar por décadas los excesos de los años 70. La estrechez fiscal ha llevado al gobierno, en su casi noveno año en el poder, a reconocer que el sector privado debe jugar un mayor papel en la economía. Muy a pesar de los ideólogos oficiales, la nueva realidad económica nos obligará a priorizar la eficiencia en el sector público por sobre su tamaño. ¿No debimos haber tenido estos mismos objetivos durante la bonanza? Ahora nos toca pagar la cuenta por los excesos vividos.

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