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Moreno, en la recta final

jueves, 30 enero 2020 - 11:56
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    El gobierno de Lenín Moreno empezó al revés. Llegó a Carondelet,  se enganchó con los temas urgentes del país y marcó el compás de la política. Se divorció de Correa, denunció  su disoluta gestión económica y lideró  una consulta popular para corregir las  distorsiones del modelo totalitario. La  agenda le funcionó, proyectándose como un presidente efectivo.
     
    Hoy, Moreno luce sombrío y su gobierno, desorientado; tanto que debe recurrir a un comunicado para señalar que  es él, y no algún amigo-asesor, quien toma las decisiones y marca el rumbo de  la administración.
     
    El cambio es paradójico, pues son los  años los que dan experiencia y no al revés. Si Moreno proyectaba fuerza y certezas, ahora abundan las dudas.  ¿Qué pasó en estos meses? La historia se ha contado mil veces: manejó con  displicencia los secuestros en la frontera; puso demasiadas esperanzas en un  proyecto de transición anclado en la respetabilidad de Julio César Trujillo y vinieron las medidas económicas.
     
    Los eruditos de la conveniencia  política advierten que es el ajuste  ‘per se’ lo que pasó factura a Moreno, abriendo así un peligroso incentivo en la venidera campaña electoral, donde todo lo que suene a orden  fiscal no debe ser abordado.
     
    Sin embargo, el problema del Régimen ha sido su falta de claridad en  cómo abordar la cuestión económica.  Por eso el pueblo se extravió y ante  acciones sorpresivas, por más necesarias que fueran, vinieron las protestas, el descontrol y el oportunismo.
     
    Han pasado casi cuatro meses  desde los hechos de octubre y el Gobierno no se sobrepone. No se sabe si la eliminación de los subsidios a los combustibles debe ser o  no un tópico de discusión nacional.  No hay un solo balance político, desde la versión oficial, que denuncie al  mundo cómo el diálogo, que detuvo  la protesta, devino en una pantomima. ¿No cabe responsabilizar de su  fracaso al delegado de la ONU?
     
    Se enredan en una agria pelea  por el informe de la CIDH, debilitando el carácter democrático que  Moreno proyectó el día de su asunción, mientras lo fundamental,  que es el ordenamiento legal y administrativo  del Estado, se detiene  por cualquier novedad.
     
    Carondelet ha perdido batallas legislativas por falta de mayoría y por la  ruptura con el PSC. Pero también por  errores propios, como el mal manejo del veto a las reformas electorales.
     
    Los políticos, muchos de ellos con  el dogal de la Justicia en sus cuellos,  cuentan las horas para las elecciones;  pero el año que está por delante no se  puede desperdiciar con autogoles como la incómoda aclaratoria entre el  embajador Francisco Carrión y el secretario Juan Sebastián Roldán.
     
    La agenda política no se construye con intervenciones grandilocuentes en la prensa, si detrás de ellas  no hay estrategia. No es el momento para ganarse críticas innecesarias,  como el proyecto de Iván Granda para elevar las pensiones de los hijos  hasta los 24 años, pues el problema  del país no es hoy el acceso a la universidad –así lo dicen las cifras–, sino la falta de empleo.
     
    Moreno no tiene que aclararle al  país si la mesa chica toma o no las decisiones, sino saber si esta le funciona.  Las depuraciones siempre son oportunas, así el Gobierno sienta que con  ellas se puede ahondar su orfandad. 

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