Ganar la elección fue el paso más fácil para el nuevo presidente del Ecuador. Ahora, viene lo difícil ganarse al país. Ese es el desafío de Daniel Noboa Azin, el más joven mandatario democráticamente elegido en la historia del Ecuador. Y para hacerlo tiene apenas 15 meses. Su margen de ganancia de cuatro por ciento sobre Luisa González es un mandato claro: el país quiere que le resuelvan sus problemas sin enfrentamientos estériles, sin una grieta que nos separe por diferencias ideológicas. Y la madre de todos los problemas es la inseguridad. De ser una isla de paz, un oasis entre los dos mayores productores de coca del mundo Colombia y Perú, nos hemos convertido en uno de los países más violentos de la región, con 4.000 asesinatos en los nueve meses del año. La inseguridad es ominosa y no conoce diferencia de clases, todos somos patos de caza en manos del crimen organizado y de los delincuentes comunes, que han hecho un curso rápido y avanzado en violencia extrema.
Sin un cambio en la inseguridad, no habrá mejoras en los demás asuntos del Estado. La economía y los negocios van de la mano con la seguridad y sin inversión tampoco hay empleo y sin empleo se agudizan los problemas sociales. Por ello, el Plan Fénix prometido en su campaña debe comenzar desde el día uno de su gobierno. Cuando el presidente lidera, con un plan claro y bien comunicado, el país se une y llega a la meta. Tuvimos un buen ejemplo, con el exitoso programa de vacunación contra el COVID-19 en el gobierno que termina. Ahora, el Ecuador confía en que el presidente electo se concentre como primer gran esfuerzo en evitar que el crimen organizado y la delincuencia común hagan de este país un Estado fallido. Su amplio triunfo es el respaldo para esa tarea gigante que le espera.
