El edulcoramiento de la imagen de las fuerzas del orden en Ecuador
Uno: dos niñas “cuadrándose” ante un amable militar. Dos: un gentil policía que en medio de un cuadro bucólico abre una botella de agua a una chica que almuerza al aire libre con su novio. Son dos de las más recientes imágenes publicitarias del Gobierno ecuatoriano. ¿Cómo interpretar estas imágenes desde lo cultural y desde la semiótica – que es el estudio filosófico y comunicacional de los símbolos y los signos, y la forma en que los seres humanos los crean?
La estrategia de comunicación política del régimen actual es clara: las fuerzas del orden -policías y militares- son sus mejores aliados y se han convertido en alfiles políticos en momentos clave para el régimen. Mientras esas dos piezas de propaganda oficial circulan en redes sociales y medios de comunicación, en el país tiene lugar una convergencia de sucesos en los cuales las fuerzas del orden están involucradas de manera significativa.
Primero, la Policía Nacional acata la orden del Gobierno de invadir una embajada en suelo ecuatoriano, hecho que, fuera de la visceral y dicotómica discusión política interna, ha sido condenado unánimemente por la comunidad diplomática internacional. La intervención de la Embajada fue grabada y difundida, provocando una polarización en la opinión pública ecuatoriana: la fuerza del orden es también instrumentalizada para generar simpatías y antipatías.
Por otro lado, estamos a pocos días de la Consulta Popular del 21 de abril de 2024 que pregunta al pueblo ecuatoriano si está de acuerdo con que se permita el apoyo complementario de las Fuerzas Armadas en las funciones de la Policía Nacional para combatir el crimen organizado. Una decisión técnica compleja y delicada por los antecedentes de violencia y autoritarismo en varios países del mundo es puesta a consideración del escrutinio público, en una suerte de populismo bélico. Otra estrategia plebiscitaria en la cual se otorga un rol estratégico a las fuerzas del orden.
Mientras tanto y en las antípodas de este discurso bélico, el Ministerio de Cultura inaugura al apuro y con descuido una sala en su subsuelo que intenta resolver el incumplimiento de una disposición de la Ley para la Reparación de las Víctimas y la Judicialización de Graves Violaciones de Derechos Humanos y Delitos de Lesa Humanidad Ocurridos en el Ecuador entre el 4 de octubre de 1983 y el 31 de diciembre de 2008 (publicada en el Registro Oficial el 13 de diciembre de 2013).
La sentencia de la Corte Constitucional establece que “La Corte Constitucional observó que el Ministerio no inició la creación del museo físico y, además, cambió la decisión por la creación de una plataforma virtual; al respecto, la Corte señaló que el museo físico tiene una función pedagógica, y representa un entorno simbólico de la transformación de lugares en donde se perpetraron vulneraciones de derechos humanos en espacios de memoria para conmemorar a las víctimas. La CC realizó un llamado de atención a las autoridades del Ministerio por los 10 años transcurridos en incumplimiento; y, dispuso la creación y funcionamiento del Museo de la Memoria en el plazo de un año desde la notificación de la sentencia” (15 de febrero de 2023).
¿Qué nos dice el modo de actuar de un gobierno que no respeta convenciones internacionales, que no parece tener límites en el uso de la violencia, incluso contra su propio equipo de gobierno? Recordemos que el hijo de la vicepresidenta está preso sin mayor cuestionamiento público y que la vicepresidenta fue desterrada quién sabe por cuáles desacuerdos políticos.
¿Cómo se denominan los regímenes que han utilizado las Fuerzas Armadas como sus mejores alfiles políticos y que han implementado una propaganda que transmite una imagen dulce y amable de quienes detienen el monopolio de la violencia interna? ¿A dónde nos lleva la “militarización” de la sociedad y la naturalización de la idea de que solo las armas nos salvarán?
