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¡Esa clase política...!

miércoles, 16 octubre 2019 - 12:43
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    Para bien o para mal, el Gobierno tomó la decisión  económica más importante de la década. Cortó de  un tajo la dependencia eterna del  país al subsidio de los combustibles,  foco de la distorsión de unas cuentas  fiscales diluidas en el clientelismo y  el despilfarro.
     
    Sin embargo, la clase política demostró no estar lista para este baño  de realidad. Su falta de franqueza  desencadenó el bloqueo, postergando como siempre el análisis sobre lo  importante.
     
    El presidente Moreno es el gran  responsable por su constante indefinición económica.  Perdió casi el 60 por ciento de su  mandato en soluciones parche, siguió en la senda del endeudamiento  y cuando optó por liberar el precio  del diésel y las gasolinas, la medida  sonó más a desesperación que a una  convincente política de Estado.
     
    El vicepresidente Sonnenholzner lidera un diálogo nacional poco  útil. Ni bien rigió el decreto presidencial, los transportistas hicieron  su mejor papel de ‘veto players’, cercaron el país y desafiaron la autoridad del Régimen. ¿Para qué sirvió  ese espacio de consenso?
     
    El aire fresco que el segundo mandatario aportaba al Gobierno se desvaneció desde los días del paro en el  Carchi, una provincia que estuvo a  punto de colapsar por la forma distante con la que Sonnenholzner interpretó su crisis económica. Y la falta de  una estrategia política ordenada puso  a María Paula Romo a administrar  el aparato policial para reprimir los  desmanes en lugar de empujar una  negociación eficiente. ¿Alguien sabe  qué propone César Litardo?
     
    Sorprendió la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, quien en las  horas más complejas de la reacción  en las calles, optó por el discurso  demagogo del gobierno cruel y el  paquetazo. Su liderazgo y el de Jaime Nebot están a prueba a la hora  de encarar el debate urgente sobre el  paternalismo estatal que volvió intocable al poderoso sector del transporte, aliado correísta y poco autocrítico cuando de asumir su pésimo  y peligroso servicio se trata. ¿Todo  vale en época preelectoral?
     
    El alcalde de Quito, Jorge Yunda,  prefiere no hablar de política, pero  muñequea en ella. Le preocupa que el Gobierno tirase abajo la negociación de las tarifas urbanas con sus  grandes aliados, porque contaba con  el subsidio del Estado. Ha sido muy  tibio al condenar el vandalismo y  ahora tendrá que decirle a los capitalinos si es políticamente correcto  que la influyente familia Yánez maneje el proyecto del Metro, cuando  los buseros y taxistas, por defender  su negocio, optan por la violencia y  el ‘cargamontón’.
     
    Y qué decir del correísmo. En su  gobierno nunca hubo límites para  procesar por sedición y golpismo a  cualquier manifestante, pero ahora  quieren tumbar a Moreno desde todas las trincheras. Si el expresidente,  en 10 años, quitaba un centavo mensual al subsidio de los combustibles,  la realidad económica sería otra. Hubiese menos endeudamiento en el  fisco y mayor sinceridad en las calles.  Las izquierdas (indígenas, sindicatos, ambientalistas…) demostraron  una vez más que piensan tal cual lo  hace el correísmo, su peor verdugo.
     
    Guillermo Lasso pide coherencia y debate. Lástima que su llamado al consenso se diluya por su  apresurado anuncio de ser candidato presidencial. 

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