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Aberración

jueves, 11 abril 2019 - 07:17
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    En febrero de 2007, refiriéndose a la lucha antidroga el presidente Rafael Correa sostuvo en una reunión del COSENA: “Hay que  dar señales fuertes de que no vamos a estar  dispuestos como marionetas, a gastar ingentes recursos en una guerra, que no es nuestra  principal guerra, más encima con el maltrato y  la displicencia de Estados Unidos y Colombia”.
     
    Probablemente, ese convencimiento personal  y su aversión ideológica a Estados Unidos le  condujo a desarrollar una política anti-drogas  catastrófica. El primer paso fue retirar la FOL,  o base de Manta. El segundo fue la adopción  de un principio de “soberanía universal”; y el  tercero, eliminar la prisión para quienes porten dosis mínimas de estupefacientes.
     
    Con la salida de la base de Manta, Ecuador  cambió la vigilancia del Pacífico de un avión  AWAC con seis drones que dejaron de funcionar en poco tiempo. Esto facilitó la conquista  del territorio a los carteles mexicanos, que  han logrado permear incluso a las instituciones encargadas de la seguridad. En el juicio  del “Chapo Guzmán”, un testigo explicó cómo  compraron militares para evadir los controles.  No hay límites para su audacia: una camioneta  con droga entró a la base de la FAE en Manta y  ahora se capturó a personas que permitieron el  despegue de otra aeronave desde los terrenos  de la refinería del Aromo. La tesis de la ciudadanía “universal”, que aprobó el ingreso de extranjeros al Ecuador sin visa, también fomentó  la llegada de mafias criminales, de narcóticos y  trata de personas. Finalmente, el no penalizar  portar una dosis mínima de droga instauró el  micro tráfico, lo que promovió la drogadicción  en adolescentes. Los estudios aseguran que  uno de cada 10 menores de entre 12 y 19 años  ha consumido drogas.
     
    A este caos se debe añadir el perverso uso  de los sistemas de inteligencia, que se concentraron en espiar a opositores políticos en lugar  de a las mafias del crimen. Cuando civiles inocentes, tres periodistas y una pareja de novios,  fueron ejecutados en la frontera norte hace  un año, fue evidente la ausencia de un adecuado sistema de inteligencia. Todo esto deja  la ominosa sensación de que el monstruo nos  ha desbordado. Cortar sus muchas cabezas es  una tarea muy compleja y larga, que además  requiere de un trabajo conjunto de todos. El  Estado debe dotar de tecnología, inteligencia,  entrenamiento y armamento adecuado a las  fuerzas del orden y aplicar cero tolerancia  con quienes son cooptados por el crimen;  la justicia no puede liberar a los criminales  y la sociedad debe esforzarse por evitar que  más jóvenes caigan en la drogadicción, con  campañas masivas de prevención. La tarea es  inmensa, hay que comprometerse a fondo.

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