El enemigo oculto

Patricia Estupiñán

Durante muchos años la sociedad ecuatoriana estuvo en negación frente al narcotráfico. Ingenuamente, se convenció que los narcos usaban el país para el tránsito de la droga procesada en Colombia y Perú y que su destrucción de las instituciones no llegaría a nuestra “isla de paz”. La serie de atentados recientes en Guayaquil, Daule, Esmeraldas y Santo Domingo, han sido una prueba de nuestra profunda equivocación.

Los narcos están instalados y son la mayor amenaza a nuestra supervivencia. Equivocadamente, también hemos creído que las únicas mafias que operan en el país son afiliadas a los carteles mexicanos y a una que otra organización criminal colombiana, vinculadas a grupos guerrilleros o excombatientes de dichas guerrillas. Sin embargo, hay otras organizaciones igual o peor de tenebrosas, mucho más eficientes que las de nuestra región. Se trata de mafias europeas, provenientes de los Balcanes, que Vistazo denunció en febrero de este año en su portada y que en una reciente entrega un equipo periodístico de la revista inglesa The Economist analiza en un documental que puede verse en YouTube (you.be/CsH152NE9Ak), cómo estas mafias han convertido a Bélgica en “la capital del tráfico de cocaína de Europa”. Allí se menciona a Ecuador como sitio clave en la logística hacia ese país. Las cifras de capturas hechas por la Policía ecuatoriana de toneladas de droga lo confirman. De las 165 toneladas incautadas entre febrero y octubre, 26 toneladas tenían como destino Bélgica.

Los miembros de la mafia balcánica provienen de Albania, Bosnia y Croacia, países que después del desmembramiento de los estados asociados a la Unión Soviética tuvieron guerras civiles. Son individuos con experiencia en el manejo de armas, que hablan varios idiomas, curtidos en las atrocidades de los conflictos y sin mu- chas perspectivas económicas. El narcotráfico y la trata de personas se han vuelto para ellos negocios lucrativos. La mafia se ha apoderado de la logística de la droga, donde el rendimiento es de 1.500 por ciento según el documental del Economist. Esto se debe a que la cocaína tiene un precio más alto en Europa que en Estados Unidos. Además, hay menos posibilidades de perder los cargamentos. Por ejemplo, el mayor puerto marítimo de Bélgica, Amberes, moviliza 12 millones de contenedores, de los cuales solo revisa un dos por ciento. Como sus ingresos dependen de cuán rápido se procesa la carga, los contenedores con perecibles como frutas tropicales, café, etc. reciben prioridad para que no se pierdan y esos productos, coincidentemente provienen de países como Colombia y Ecuador. Por último, en caso de ser apresados no tienen el riesgo de ser extraditados a Estados Unidos y al parecer, sus prisiones son factibles de escapar. Así ocurrió con uno de los capos que estuvo detenido en el Ecuador y desde aquí dirigió los hilos de su nefasto negocio. Donde se instalan estos criminales, aumenta la violencia en las calles y la corrupción. Ese mismo documental señala que en Bélgica, el jefe policial de Antinarcóticos se había aliado con los mafiosos.

Si con instituciones bien constituidas como son la de los países europeos, el combate al narcotráfico es una tarea titánica, cómo no esperar que también lo sea en un país como Ecuador donde las instituciones son maleables como una melcocha. Para combatir este gran flagelo, necesitamos del compromiso y el aporte de toda la sociedad. Por ello, resulta infame que en medio de la guerra se obstaculice a quienes la combaten. Los políticos que no comprendan su gravedad deben sacar sus manos en este tema.