Desmesura

Patricia Estupiñán

Para la izquierda y la derecha trogloditas latinoamericanas es una máxima: “Para mis amigos todo, para los demás la Ley”. Solo así se entiende la reciente desmesura de Inácio Lula da Silva, al extender una alfombra roja al dictador Nicolás Maduro en la Cumbre de Presidentes de América del Sur. Buscando refundar la UNASUR dijo que en torno a Maduro: “Se ha creado una narrativa antidemocrática y de autoritarismo para atacarlo”. Ojos ciegos y oídos sordos al peregrinaje por el mundo, y en especial por este continente, de más de seis millones de desplazados venezolanos, un número tan alto que solo ha sido superado por los ucranianos víctimas de la reciente guerra. Indiferencia también de parte suya ante las denuncias de los políticos venezolanos y de organismos internacionales sobre los repetidos fraudes electorales. Sin embargo, lo más grave es su indolencia ante los crímenes de lesa humanidad: ejecuciones sumarias, torturas, desapariciones forzosas y alto número de presos políticos descritas por Michelle Bachelet, figura de la izquierda continental, en un reporte para Naciones Unidas.

Con excepción de los chilenos, los izquierdistas sudamericanos se parecen a Lula para esconder estos delitos. Ninguno de los presidentes de esa tendencia tuvo las agallas y convicción del joven presidente chileno Gabriel Boric: “La situación de derechos humanos en Venezuela no es una construcción narrativa, es una realidad, es seria y he tenido la oportunidad de verla en los ojos y el dolor de cientos de miles de venezolanos que hoy en día están en nuestra patria”. Los demás presidentes de izquierda, que han sido tan furibundos contra violaciones de derechos humanos en regímenes de otras tendencias, en la Cumbre no abrieron la boca. Como sostuvo el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou, de derecha, hay tantos grupos en el mundo tratando: “De mediar para que en Venezuela haya democracia plena, que se respeten los derechos humanos y no haya presos políticos, lo peor que podríamos hacer es esconder la cabeza en la arena”.

El respeto a los derechos humanos no debería ser un patrimonio de la izquierda o la derecha sino de todos. Hay que censurar las violaciones, si las comete Bukele y si las hacen Ortega, Maduro y Díaz Canel. ¡Qué vergüenza! Lula ha actuado como los miembros de la Liga Árabe que reincorporaron al carnicero de Siria, Bashar al Assad, a la organización. Los árabes han sido autócratas, pero Lula es considerado un demócrata, y por ello los brasileños lo eligieron para evitar el autoritarismo de derecha exhibido por Jair Bolsonaro y lo hicieron a pesar de la corrupción de su régimen: como un mal menor.