A salir de la cabaña

Alegría Crespo

POR ALEGRÍA CRESPO CORDOVEZ
 
Definitivamente “el hombre es un animal de costumbres”, nos adaptamos a las distintas circunstancias que nos pone la vida por nuestro instinto de sobrevivencia. Hace un año, el mundo se vio pausado por el COVID que nos obligó a mantenernos en confinamiento. Frente a estos sucesos complejos, han surgido varias reacciones y cada persona tendrá distintas historias que contar. Nos hemos acostumbrado a estar en casa, nos sentimos en el útero materno, protegidos y cuidados en nuestro ambiente. Salir a la calle, a muchos de nosotros, nos puede causar ansiedad, angustia, nervios, preocupación y la necesidad urgente de regresar a nuestro hogar. Este síndrome es conocido como el Síndrome de la Cabaña y surge ya en los 1900 tras los largos inviernos al confinarse en una cabaña. Para tener claridad en el concepto, el “Síndrome de la Cabaña” se refiere al temor y vivencias desagradables que se disparan al exponerse a las situaciones fuera de casa y optando la reclusión como forma de vida para sentir seguridad.
 
Al estar determinado tiempo encerrado y manteniéndonos seguros, nos cuesta salir y pretender mantener un comportamiento absolutamente relajado. “El Síndrome de la Cabaña” no puede estar asociado a una enfermedad mental. Nos referimos a este síndrome cuando una persona experimenta un conjunto de síntomas y reacciones emocionales, cognitivas y motoras. Este síndrome no es nuevo, sino que ha estado siempre vinculado a situaciones en las que una persona experimenta tal sintomatología tras estar mucho tiempo encerrados en determinado lugar. Por ejemplo, este síndrome ya ha dado nombre a reacciones de personas privadas de libertad ante su posible salida, también se refiere a personas que han estado aisladas por una enfermedad.
 
Hoy, muchos de nosotros queremos quedarnos en nuestra cueva, en nuestra cabaña, en nuestro útero materno, el mundo nos da miedo, hemos visto demasiado cosas duras y estamos cansados. Es momento de que estemos conscientes de lo que está sucediéndonos a la mayoría y que vayamos saliendo poco a poco de la cabaña, de nuestro encierro físico, mental o emocional. El mundo está allá afuera y nos espera para que lo volvamos a llenar de color. Poco a poco, sin apuro, salgamos de nuestra cabaña, sobre todo, de la cabaña que habita nuestra mente.