Niños burbuja: consecuencia de la sobreprotección

Alegría Crespo

POR ALEGRÍA CRESPO CORDOVEZ
 
Veo a los niños y niñas actuales y hay un aura enorme de sobreprotección a su alrededor. Los padres sobreprotectores son conocidos como helicóptero y agenda. Estos términos se aplican con mayor frecuencia de la que creeríamos. Incluso, nosotros mismos podemos calzar en esta “etiqueta”.
 
Los padres helicóptero y las madres agenda son aquellos que están permanentemente detrás de cada paso de sus hijos, de manera controladora. Las madres agenda tienen \ planificada cada actividad del día, cada momento, cada reunión de sus hijos e incluso escogen sus amistades de acuerdo a los que ellas consideran que es más conveniente. De
igual modo, los padres helicóptero “sobrevuelan” las actividades de sus hijos. Están calculando cada paso que darán sus hijos. Este tipo de padres sobreprotectores vigilan las tareas de sus hijos muy de cerca y están como “supervisores” de las mismas.
 
Son padres que se convierten en guardianes de cada actividad de sus hijos y que, de alguna manera, los obligan a volverse dependientes de esta dinámica ya que es así como se han criado. El prototipo de madre agenda y padre helicóptero en la crianza, genera inseguridad, baja autoestima, falta de autonomía y pocas estrategias de resolución de conflictos.
 
Estos términos se originan con el psicólogo israelí Haim Ginnot, quien escribió en su libro “Entre los padres y los adolescentes” (1969) las características principales de este tipo de
padre, entre esas que hablan en plural sobre las tareas de sus hijos: “Tenemos que cepillarnos los dientes”, “tenemos que terminar  la tarea”, “la profesora debe ver que nos portamos bien”.
 
Esos padres están atentos a cada movimiento e intentan complacer a sus hijos en todo. Pretenden ser quienes resuelven los problemas de sus hijos y dar solución inmediata a todo.
 
Esta obsesión de tener todo bajo control y calculado acaba siendo sumamente nociva para todos los miembros de la familia: los padres se sienten extenuados, tratan de darles a sus hijos una vida dentro de una burbuja, que es imposible, ya que se aprende al caer, al equivocarse, al pasar momentos difíciles.
 
Este tipo de relaciones acaban ahogando y son la causa de serios problemas emocionales. Durante este año de pandemia se ha intensificado este vínculo ya que los padres han estado presentes en casa por el confinamiento. Debemos estar conscientes de lo dañina que puede resultar la sobreprotección, y ser padres que críen hijos autónomos y con vínculos emocionales sanos.
 
Que las generaciones de niños y adolescentes que han vivido la pandemia sean fortaleza, luz y valentía. Depende de nosotros los adultos formarlos así, es nuestro deber.