La fuerza del "creo en ti"

Alegría Crespo

Por Alegría Crespo Cordovez
 
Hay historias que sientan precedentes, como la de Ben Carson (Michigan, EE.UU., 1951), quien fue abandonado por su padre y se quedó solo con su madre y su hermano. Este niño era considerado el “estúpido” de la clase. Imagínate lo que se siente que cuando te vean, la gente piense eso. Tenía tanta desesperación que intentó atacar a un amigo con un cuchillo. Ben se dio cuenta de que no podía seguir así.
 
Un buen día, un profesor llegó a clases y mostró una piedra preguntando qué es. Ben sabía que era una obsidiana, su madre hacía que lea mucho y esto lo hizo sobresalir. Tímidamente levantó la mano, el resto de sus compañeros lo miraron burlones. El profesor le dio la oportunidad, Ben dijo “es obsidiana” y comenzó a contar todo lo que sabía sobre las obsidianas. Ese día cambió la vida para Ben. Este niño que tenía una crianza muy dura y que era el “tonto” de la clase, experimentó un cambio muy profundo y quedó como número uno de la clase, del colegio, el número uno de todos los colegios de Detroit. Fue becado por la Universidad de Yale y es ahora el mejor neurocirujano infantil del mundo, el doctor Ben Carson, jefe de Neurocirugía Infantil del Hospital Johns Hopkins en Maryland. Todo esto gracias a que su madre y su profesor creyeron en él.
 
Entonces uno se pregunta ¿cómo es posible etiquetar a la inteligencia? Una persona que estaba condenada al fracaso es ahora el mejor neurocirujano infantil del mundo. Por eso, hace años empezó a cambiarse el concepto de inteligencia con Howard Gardner, quien descubrió que hay nueve inteligencias diferentes y si te explican las cosas con base en tu inteligencia ¡tú puedes entenderlas! Hay personas que son lógico-matemáticas, otras son visuales-espaciales, otras son verbales, kinestésicas, musicales, intrapersonales, interpersonales, naturistas y otras deben ver una trascendencia, un propósito en las cosas.
 
Todos nos sentimos dudosos si somos capaces de asumir y alcanzar ciertos retos. Pero si lo hacemos desde nuestra forma de comprender el mundo, de captar conceptos y de realizar proyectos, lo logramos. Por eso, la clave de toda la transformación educativa es entender que si un estudiante no aprende no es porque no pueda, sino porque no le estamos hablando de manera que realmente le llegue e interiorice. Lo mismo sucede con nuestros hijos.
 
No tiene sentido que el aprendizaje esté basado en el miedo, la coacción y la obligación. Debe estar basado en la motivación, la curiosidad, las ganas, el asombro y la necesidad de aprender. Es decir, el aprendizaje debe ser significativo. En ese momento comienza a cambiar la anatomía de su propio cerebro. El poder del “creo en ti” logra motivación y fuerzas para sentir que se puede llegar muy alto. En una época de real necesidad de llegar a las generaciones más jóvenes y lograr su progreso, lleguemos a ellos de manera efectiva y motivadora. Podemos cambiar vidas.