¿Porte de armas? ¿Sí? ¿No?

Alberto Acosta-Burneo

La violencia y delincuencia se han desbordado. Hemos perdido la tranquilidad. Nuestra vida, libertad y propiedades están permanentemente en riesgo. Necesitamos cambios profundos. La Asamblea aprobó una Ley y el Ejecutivo un reglamento para facilitar la tenencia y porte de armas. Una decisión tan polémica requiere de un análisis profundo.

No son suficientes los análisis utilitarios (evaluar solo la eficacia y resultados de la medida). También debemos analizar la moralidad dela decisión. Quienes defienden el porte de armas por parte de civiles lo hacen argumentando que están haciendo uso de su legítimo derecho a la autodefensa o que tener armas es el único mecanismo que tenemos los individuos para defendernos del monopolio legítimo de la violencia del Estado. El problema es que, al mismo tiempo, el porte de armas restringe nuestra libertad. Expliquemos cómo.

1RO. El miedo limita nuestro accionar, nos controla y termina quitándonos libertad. Los terroristas y delincuentes nos tienen prisioneros. Con mayor facilidad en la tenencia de armas, no solo tendremos que preocuparnos de los malandros sino también de nuestros vecinos armados y de su potencial irracionalidad.

2DO. En el país de la “regalada gana” será frecuente la “resolución” de conflictos con amenazas e imponiendo el miedo vía las armas (sin necesidad de disparar un tiro).

3RO. Facilitar el porte de armas es reconocer que el Estado no está cumpliendo su rol. Desde una visión liberal, John Locke en 1689 justificó la creación de un Estado que resulta cuando los ciudadanos se unen para “preservar sus vidas, sus libertades y sus posesiones”. Incluso desde una visión libertaria, Robert Nozick (1974) reconoció que un Estado mínimo es justificable si está enfocado a defender a los ciudadanos.A cambio de ese servicio debemos realizar un pago. Si el Estado se declara incapaz de cumplir su rol, ¿debemos dejar de pagar por el servicio público de seguridad?

Estos argumentos, justifican también el porte y tenencia regulada de armas en aquellas localidades en donde el Estado no provee seguridad. Por ejemplo, en el campo o en zonas alejadas. También es necesario facilitar el acceso a armamento a las agencias privadas que provean seguridad. Para el resto de los casos, el acceso a armas debe ser restringido. No olvidemos que las armas son insuficientes para combatir la inseguridad y que esta lucha debe asociarse a un fortalecimiento institucional, empezando por una justicia que funcione. Solo las instituciones sólidas y eficientes garantizarán que nadie viole nuestros derechos individuales, ni siquiera el mismo Estado.