¡Leviatán está suelto!

Alberto Acosta-Burneo

La historia es una lucha de los ciudadanos por alcanzar la prosperidad y la libertad. Sin embargo, no todos los intentos son exitosos y, lamentablemente, nuestra sociedad es un caso de fracaso en este esfuerzo. Expliquemos por qué.

Las sociedades prósperas son aquellas que han logrado un delicado equilibrio entre un Estado eficiente y una sociedad fuerte. El Estado (conformado por los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial) es necesario para controlar la violencia, hacer cumplir la ley y proveer servicios críticos para la vida. Esta es la base para que las personas puedan tomar sus decisiones libremente.

Por otro lado, la sociedad fuerte es necesaria para controlar y limitar al Estado. Los pesos y contrapesos, las constituciones y las leyes son insuficientes si no existe una sociedad movilizada que exija su cumplimiento. Existe una tendencia natural en los políticos y funcionarios públicos para acumular poder. Pero el poder ilimitado y sin rendición de cuentas a los ciudadanos termina siendo despótico y dominante, se transforma en un leviatán (monstruo legendario).

Nuestro país se deslizó aceleradamente por la pendiente del autoritarismo durante la década del correato, en donde la bonanza petrolera permitió una fuerte concentración de poder en el Estado. La sociedad civil fue emasculada, desmovilizada, atomizada... Nadie podía ni debía oponerse al poder estatal. ¿El resultado? Se restringieron las libertades y los recursos públicos se usaron arbitrariamente en obras sobredimensionadas, innecesarias, mal hechas, sobreprecios, etc. La justicia es de papel, nadie rinde cuentas y los culpables salen libres o están prófugos.

Nuestro desafío es poner una cadena a este leviatán para que rinda cuentas a los ciudadanos. Exijamos al Estado que transparente (de verdad) el uso de los recursos públicos a través de una plataforma informática en donde podamos consultar fácilmente cómo se usan estos. Que cualquiera pueda conocer, por ejemplo, el precio y cantidad de focos que compró el Estado. Y que, además, pueda denunciar las anomalías de manera anónima y segura. Recordemos que la libertad no se la pide, se la toma. Solo alcanzaremos una sociedad libre y próspera si los ciudadanos nos movilizamos para participar en política y exigir la rendición de cuentas para acabar con la impunidad.