El reino del revés

Alberto Acosta-Burneo

Desconocer cómo funciona una economía de mercado es el origen de la multiplicación de abundantes mitos. En la última década, la repetición incesante de estos mitos nos ha llevado a confundir entre las causas y los efectos de las políticas económicas. Analicemos algunos de estos cuentos.
 
MITO: Se piensa que para mejorar el nivel de vida de la población solo se requiere de políticos valientes que eleven los salarios mínimos. Bajo esta lógica, para crear una “sociedad de bienestar” bastaría con decretar un salario mínimo de mil dólares/mes.
 
REALIDAD: salarios más elevados no son la causa del progreso económico, sino su consecuencia. Solo mejorando la capacidad de generar riqueza en la economía, aumenta la productividad del trabajo (lo que produce cada trabajador) y, consecuentemente, se elevan los salarios.
 
MITO: debido a que los países con elevados impuestos tienden a ser más desarrollados, debemos elevar la carga impositiva para transformarnos en Suecia.
 
REALIDAD: los impuestos retiran recursos de la sociedad que podrían ser usados para la inversión, y los destinan a gasto público improductivo. Solo elevando el desarrollo productivo, se pueden elevar los impuestos sin destruir significativamente el potencial de crecimiento económico.
 
MITO: para desarrollar la economía lo único que nos falta es tener ciudadanos con mayor preparación académica. Esta visión justificó el programa oficial de becas para estudios superiores aplicado en la última década.
 
REALIDAD: contar con gente con elevado nivel educativo, es importante, pero no suficiente para garantizar la prosperidad económica (ejemplo: Cuba). Mientras la capacidad de generación de riqueza del país siga siendo reducida, el aumento del número de ciudadanos con educación superior solo produce descontento: PhDs con pocas oportunidades de empleo, con bajos salarios o migrando al extranjero.
 
Aterricemos con un ejemplo en nuestra sociedad. Pensemos que la provincia de Sucumbíos (la más pobre del Ecuador) decide independizarse. De la mano de un líder “fuerte y valiente” empieza un amplio programa de reformas: eleva el salario básico a mil dólares/mes, sube el impuesto a la renta al 75 por ciento y destina gran parte de los recursos fiscales a un ambicioso programa de becas. ¿Alcanzará Sucumbíos el nivel de vida de los países nórdicos? Claramente no. Los resultados de este programa económico serán: más pobreza y desempleo. Los salarios serán demasiado elevados en relación a la productividad del trabajo. Habrá menos recursos para la inversión productiva, porque estos serán extraídos por el gobierno vía impuestos excesivos. Existirá una abundancia de PhDs decepcionados, porque no conseguirán oportunidades de empleo acordes a su nivel de estudios.
 
¿Cuál es la alternativa? Para elevar el nivel de vida, debemos acelerar el ritmo de acumulación de capital (máquinas y equipos), que son la base para aumentar la producción, el empleo y los salarios.
 
Para lograrlo se requieren políticas amigables a la inversión, que impulsen competitividad y que garanticen los derechos de propiedad. Debemos entender que las “conquistas laborales y sociales” solo se producen como resultado de las “conquistas económicas”. ¡Nunca a la inversa!