Comer sin culpa: el equilibrio entre el placer y la salud

Expertas de la psicología y nutrición nos invitan a replantear conceptos, creencias y prácticas.
Karelys Rincón
Que te veas y estés bien no solo es una cuestión física, también es mental, e incluso social, y la relación que mantienes con la comida tiene el alcance de afectar tu bienestar en cualquiera de estas áreas.

Los esfuerzos por llevar un estilo de vida integralmente saludable cada día se replican en más personas. Las redes sociales están llenas de rutinas de ejercicio, recetas ‘fitness’, y métodos de cuidado corporal. Sin embargo, no todo es aplicable ni funciona de igual manera en todos los cuerpos, e ignorarlo puede perjudicar la forma en la que te vinculas con la alimentación.

Conversamos con la nutricionista Cristina Bajaña, quien nos explica que dentro de la sociedad en la que vivimos existe una ‘cultura de dieta’ que mantiene una mirada muy polarizada y dicotómica de la comida, donde esta solo puede ser ‘buena o mala’, ‘saludable o que engorda’. “Esto nos impide conectar con los alimentos desde un lugar amable y respetuoso, y genera miedo y culpa a la hora de comer”, afirma.

Y el problema se intensifica cuando la categorización no solo llega a los alimentos, sino que por esta corriente de pensamiento los cuerpos también se empiezan a clasificar en ‘saludables’ y ‘no saludables’. Se relaciona a los de complexión delgada con el éxito, amor y salud, y a los gordos con enfermedad, poco placenteros, no exitosos, y hasta perezosos.

Además, la especialista en nutrición apunta a que este sistema ha normalizado la gordofobia, o discriminación a los cuerpos grandes. “Y por supuesto nadie quiere estar en un cuerpo que va a ser rechazado y humillado socialmente, que enfrentará muchísimas barreras sociales, como una menor tasa de empleabilidad o de fácil acceso a prendas de ropa”, comenta. De modo que la exposición a dicho acoso genera una especie de repulsión total a “las libras de más”.

El deseo de perder peso

Frente a una de las razones más comunes por las que comenzamos a buscar soluciones a nuestra inconformidad, la nutricionista Cristina sostiene que los problemas de imagen corporal no se arreglan perdiendo peso, ni con cirugías, ni pastillas, tienen que ver más con un deseo de validación y de sentirse aprobada. “Muchas veces hay una necesidad de control, gordofobia, vergüenza internalizada, e incluso traumas por discriminación o bullying, que necesitan ser tratados”, explica.

En esta línea, la psicóloga Cristina Guerra advierte que un síntoma del miedo a comer es la obsesión con la forma física. Detalla que “comienzan a hacer dieta y ejercicio extremo para tratar de controlar su peso. Esto se llama trastorno dismórfico corporal, y es una distorsión en la manera en que las personas se ven a sí mismas; incluso muchas veces piensan que se ven más pesadas de lo que son”.

Es así como se adoptan métodos de alimentación desde el afán de verse ‘bien’. Mientras que, según la experta en nutrición, “el 97% de las personas que hacen dietas para perder peso lo recuperan, y de estas personas, el 65% gana más peso de lo que tenía al inicio”. En esa búsqueda continua de alcanzar una delgadez idealizada, que se impone como lo normativo en nuestra sociedad, podemos desarrollar conductas de desorden alimenticio, normalizadas bajo la palabra ‘saludable’.

Prácticas de riesgo para la salud

En estos casos, es posible que el miedo o la culpa por comer, generen hábitos que resultan dañinos tanto para lo físico como lo mental. La nutricionista Bajaña identifica, por un lado, las conductas restrictivas, que se manifiestan cuando se cree que es una obligación hacer ejercicio excesivo para luego merecer un alimento, o para compensar las calorías que se acaban de ingerir. También están las personas, que al no realizar ninguna actividad física, se llegan a sentir insuficientes o inferiores, moralmente hablando.

Por otro lado, menciona las conductas purgativas, que son cada vez más disfuncionales, como vomitar después de comer, restringir la ingesta y luego tener atracones alimentarios y programados. En este punto incluye a los ‘cheat meals’, o comida trampa, que se refiere a la restricción de ciertos alimentos por unos días, generalmente entre semana, y que sí se permite comer en otros, como el fin de semana. “Entonces lo que creemos que es una solución realmente termina siendo la causa de un problema mayor”, reflexiona.

La experta en psicología asegura que “por eso el miedo a comer es muy peligroso, porque los desbalances en la alimentación pueden agravar los complejos mentales, y estos, a su vez, empeoran la condición física de la persona, volviéndose un círculo vicioso”. Aquí la intervención psicológica es clave para aliviar los síntomas y ayudar a la persona a cambiar su perspectiva sobre lo que significa una alimentación ‘saludable’. En lo que concuerda la nutricionista Cristina, al mencionar que “es necesario que las personas sepan que sí es posible salir de esa guerra mental, que hay un camino diferente, más amable y más compasivo para relacionarse con el cuerpo y la comida”.

Primeros pasos

Luego de identificar señales y reconocer comportamientos, es importante considerar que los resultados de exámenes de laboratorio “en regla” no siempre garantizan salud integral. A partir de aquí, es clave que haya una conexión más intencional con la sabiduría interna de cada uno, y un acercamiento más amable con los alimentos que se han prohibido, rechazado, o consumido desde un lugar de obligación y presión.

La experta en nutrición propone que se debe erradicar la creencia de que si comemos basándonos en nuestras señales corporales no vamos a parar de comer nunca. Explica que el ser humano nace con la capacidad de autorregularse según las manifestaciones del organismo, y que la mayoría de las personas sí pueden recuperar esa habilidad de sintonizar su alimentación con signos como: hambre, apetito, saciedad, energía, concentración, digestión y ciclo menstrual.

“Tener una relación positiva con la alimentación es que te des la oportunidad de comer con placer, algo que se nos ha quitado muchísimo, ya que se cree que cuando una comida es placentera se está ‘comiendo mal’, como si ‘comer bien’ se tratara solo de alimentos desabridos e insípidos. Además, comer variado quiere decir no restringir ningún grupo de alimentos”, menciona Bajaña.

Asimismo, comer suficiente luce diferente para todas las personas, incluso para uno mismo en el día a día, pues depende de muchos factores como: la estatura, tamaño corporal, ciclo menstrual, temperatura del ambiente, niveles de estrés, horas de sueño, entre otros.

Otras formas de evaluar tu salud

Al soltar la culpa y el miedo a comer, la forma en la que se determina el bienestar por alimentación puede ser a través de la reducción de atracones y reglas alimentarias, mejoras en la digestión, ciclo menstrual, sistema hormonal, y calidad del sueño. Además, una señal de que estás construyendo una mejor relación con la comida, es que ahora te moverás desde el placer y no desde la culpa, desde el disfrute y no desde el castigo, y que te tratas con más compasión en los días que son difíciles.

Ambas especialistas en cuestión concluyen que es necesario comprender que la alimentación respetuosa y alejada de la cultura de las dietas es absolutamente compatible con condiciones médicas y físicas, y que requerirán adaptaciones, pero esos ajustes no tienen que venir desde un lugar de restricción innecesaria.

Ciertamente, existen las neurodivergencias y, en ese caso, la forma de alimentarse será diferente, al tratarse de alguien con trastorno por déficit de atención, o con retos sensoriales o autismo, que requieren de diferentes estrategias nutricionales.

Cada persona le puede dar a ‘salud’ el significado que conecte mejor con su vida, ya que si la forma en la que estás comiendo hoy atenta contra tu salud mental, social y física, entonces puede ser el momento de reconsiderar creencias e intercambiar hábitos por unos más amables con tu cuerpo y mente, de la mano de profesionales especializados que te guíen en ese nuevo trato personal.