Hija de Fernando Villavicencio explica qué implica la postergación de la audiencia: 'A una caries de la justicia'

Fiscalía no pudo formular cargos contra José Serrano, Daniel Salcedo, Xavier Jordán y Ronny Aleaga el pasado martes 26 de agosto. Ellos están implicados como los autores intelectuales del magnicidio de Fernando Villavicencio. Su hija, Amanda, describe en un texto especial para Vistazo lo que significa este diferimiento

Fernando Villavicencio cuando fue candidato presidencial.
Vistazo

Por Amanda Villavicencio

Estuvimos a una caries —o una muela descompuesta, o una encía inflamada— de distancia de que se instale la audiencia para enrostrar a los presuntos autores intelectuales del magnicidio de Fernando Villavicencio.

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Suena rimbombante: “autores intelectuales”, “instigadores”, “procesados”. Pero el crimen es el más básico y el más irreversible: asesinato.

La escena se desenvuelve como una comedia dentada. Daniel Salcedo se arregla el copete, toma su cafecito como si nada. Los abogansters —esa raza híbrida entre bufete y calabozo— se pasean con maletines llenos de excusas. Sus gestos, sus guiños, sus papeles arrugados, todo busca lo mismo: posponer el día, eternizar el bostezo judicial.

El absurdo, una vez más, nos saluda desde el pasillo. Un abogado que representa a Ronny Aleaga anuncia con un dudoso documento que no puede asistir porque lo espera un torno, un fórceps, un doctor en odontología. La jueza, un tanto molesta, recuerda que la caries no es fuerza mayor, multa al leguleyo... pero lo entiende, lo absuelve, lo difiere. El magnicidio, pospuesto por una gingivitis.

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En el mismo teatro aparece un abuelito, sigo sin entender a qué vino o por el error de quién tuvo palestra. Luego escuché su nombre; Santiago Bucaram, reclamando su rol en la función: asegura haber denunciado, señala con dedos trémulos a Glas, exige ser escuchado. Un actor secundario que quiere a codazos meterse en la escena principal. ¿Qué busca? ¿Luz? ¿Impunidad? ¿Una silla más cercana al telón?

Mientras tanto, la Fiscalía se prepara para formular cargos contra Xavier Jordán, José Serrano, Ronny Aleaga y Daniel Salcedo. Cuatro nombres, muchas ausencias, muchos agujeros de gusano y silencios de adrede, ventanitas en una pantalla judicial que parece más un reality show. Y nosotras, espectadoras forzosas, sentimos que cada peripecia en este caso, el magnicidio de nuestro padre, reduce la tragedia a un sketch dental.

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Pero no basta con el atropello judicial. A la par nos toca enfrentar a esos generadores de contenido que, con malicia calculada, ventilan información privada de las víctimas como si fueran carnada para el morbo digital. Otra forma de impunidad: la del espectáculo sobre el dolor ajeno.

En medio de todo esto, me pregunto qué significa de veras la llamada “justicia restaurativa”. ¿Cómo se restaura un país cuando cada excusa, cada leguleyada, cada muela doliente cuesta tiempo, dinero y dignidad? ¿Quién repone el desgaste de las víctimas que tienen que desfilar en las listas de la impunidad, una y otra vez, como si fueran números de un expediente y no seres humanos?

Es revictimizante, es cruel, es horrible. Y sin embargo, aquí seguimos. No nos rendimos. Nos sostenemos en la memoria de quien no está, y nos recargamos en el cariño de la gente valiente que no pacta con las mafias, que no se resigna a la corrupción, que todavía —y contra todo pronóstico— se atreve a soñar.