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¿Sabe quién es Joyce Bryant, la llamada “Marilyn negra”?

jueves, 18 junio 2020 - 08:39
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La cantante preferida de Martin Luther King triunfó en los cincuenta hasta que se retiró para dedicarse a la Iglesia y la lucha por los derechos civiles.

Con el pelo teñido de plateado y vestidos tan ceñidos que había que llevarla al escenario se conoce a Joyce Bryant como “la Marilyn negra”. No fue tan mediática como Aretha Franklin pero fue pionera en muchos aspectos. Empezó siendo figura icónica del Copacabana, donde tocaba con el pianista de Sammy Davis Jr.

Hoy, con 93 años, Bryant es una figura olvidada, incluso en su país. Bryant nació en 1927 en Oakland, California, en una familia de devotos Adventistas del Séptimo Día. A los 14 años, Bryant se escapó con su novio y se casó en secreto, pero el matrimonio fue anulado ese mismo día. A los 19, mientras visitaba a unos primos en Los Ángeles, le dijeron que participara en un singalong, una especie de karaoke colectivo en un club nocturno. De pronto, se encontró con que era la única persona cantando. Y el dueño del club le ofreció 25 dólares si se atrevía a subir y actuar en el escenario. “Lo cogí porque necesitaba dinero para volver a casa”, dijo años después en una entrevista en la revista Jet. En poco tiempo, Bryant pasó a la costa Este y se hizo con una residencia fija en un club de Nueva York, La Martinique, y consiguió el contrato para un tour por los hoteles de los Catskills.

Fue allí donde Bryant adquirió el look que la hizo famosa. Una noche debía actuar con la gran Josephine Baker y no quería pasar desapercibida. Se le ocurrió ponerse un traje plateado muy ajustado y con gran escote, un abrigo de visón hasta el suelo y teñirse el pelo acorde con esa visión entre glamourosa y futurista, usando pintura metálica para radiadores. Desde ese momento, ese se convirtió en su aspecto emblemático. La diseñadora afroamericana Zelda Wynn Valdés, que inventó el traje de conejita de Playboy y vistió a estrellas como Mae West o Marlene Dietrich, le ayudó a perfeccionar esa imagen de sirena cósmica durante años.

En cuanto a música Bryant tuvo dos hits: “Drunk with Love” y “Love for Sale” y ambos fueron censurados en varias radios comerciales que los consideraron muy provocativos. La propia Bryant falló en tres ocasiones el test de decencia de la CBS y la NBC, que la consideraron demasiado sexy para actuar en sus shows nocturnos. La voz elástica de Bryant elevó a la cantante a la condición de peso pesado. Ella era una de las más bellas mujeres de raza negra del mundo y apareció regularmente en revistas afroamericanas como Jet. En la revista Life apareció muy sexy en poses provocativas… para esa época.

La diseñadora afroamericana Zelda Wynn Valdés, que inventó el traje de conejita de Playboy ayudó a Bryant a perfeccionar su imagen de sirena cósmica durante años.

Pero la fama tenía su revés, además del problema de su magnetismo sexual, la artista tenía otro inconveniente para triunfar en Estados Unidos en los años cincuenta: no le gustaban las leyes de discriminación racial y no le importaba decirlo. En 1952, el Ku Kux Klan quemó una efigie con su imagen y la amenazó de muerte si se atrevía a actuar en el hotel Miami Beach. Las ignoró y se convirtió en la primera artista afroamericana, hombre o mujer, en hacerlo.

En el año 1954 hizo un casting para la adaptación cinematográfica del musical Carmen Jones, la versión de la Carmen de Bizet situada en la Segunda Guerra Mundial. Y al parecer era la opción preferida del director, Otto Preminger, pero el papel acabó siendo para Dorothy Dandridge.

A mediados de los cincuenta, Bryant ganaba hasta 3.500 dólares por actuación, un caché muy aceptable, pero empezaba a cansarse de la industria. Terminó por retirarse y dedicarse a la iglesia. La revista Ebony publicó un artículo en 1956 con el titular: “La nueva vida de Joyce Bryant: la cantante deja una carrera de 200.000 dólares al año para servir a Dios”. Dejó de teñirse el pelo y de maquillarse y abandonó los trajes estrechos con los que ni siquiera se podía sentar. En aquella época, se reunió varias veces con Martin Luther King Jr. quien, al parecer, era un admirador suyo, y colaboró con la primera oleada de activismo en la lucha por los derechos civiles.

Ya en los sesenta, decidió volver a cantar y a sacar partido a sus enormes capacidades vocales, pero lejos del circuito de clubes nocturnos, y ya sin looks sexies. Se formó como intérprete de ópera en Howard, y llegó a tener un contrato de seis años con la New York City Opera, y a cantar en teatros europeos, hasta los ochenta, cuando volvió a reinventarse y se pasó al jazz. Empezó también a hacer de coach vocal para cantantes y aspirantes a serlo, como Jenifer Holliday y Raquel Welch. Luego desapareció… Algunos críticos musicales ya la llaman: “La diva perdida”.

 

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