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El ecuatoriano es de ¿izquierda o derecha?

lunes, 30 noviembre 2020 - 07:29
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Casi las tres cuartas partes de ecuatorianos se ubican entre el centro y la derecha del espectro político. Un análisis de datos desde 2004, hecho por Barómetro de las Américas, determina las variaciones ideológicas entre los electores. También identifica que la polarización ideológica creció; esto conlleva tres peligros para la democracia. Aquí los explicamos.
 
La preferencia ideológica del ecuatoriano tiende al espectro de la centro-derecha en la política. El elector promedio se identifica con un patrón  más conservador, en cuanto a valores,  que progresista. En los últimos tres lustros, el ciudadano común se interesó más  en la política que antes. Y las posiciones  antagónicas pueden llegar a ser extremas  e irreconciliables, al punto de suponer un  riesgo para la vida democrática.
 
Ésta es la radiografía del elector ecuatoriano, obtenida a partir de los datos  comparados de las encuestas de Barómetro de las Américas. Los datos se levantan  desde 2004, cada dos años, como parte  del proyecto de Opinión Pública de Latinoamérica (Lapop, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Vanderbilt, en  Tennessee, Estados Unidos. El director de  operaciones de investigación es el ecuatoriano Daniel Montalvo, quien es además editor del informe. El estudio más  reciente, lanzado a inicios de 2020, se titula “Cultura política de la democracia en  Ecuador y las Américas, 2018-2019: Tomándole el pulso a la democracia”. En él  participaron como contraparte ecuatoriana investigadores de las universidades  San Francisco de Quito (USFQ), de las  Américas (UDLA) y Flacso.
 
¿A qué llamamos izquierda y derecha?  Hay una gama de conceptos, pero el básico  tiene que ver con el predominio del Estado o del mercado en la sociedad. La visión estatista se asocia con la izquierda,  en tanto la derecha tiende a quitar peso  al Estado e impulsar que el mercado sea  el motor que mueve todos los engranajes  del país. Por supuesto, hay corrientes moderadas y extremas en ambas posiciones.
 
La izquierda
Veamos qué pasa con la izquierda. En 2006,  menos del 10 por ciento se identificaba con  esta corriente ideológica. En 2016, la adhesión llegó a 22,5 por ciento, su punto más  alto. Para 2019, la cifra se ubicaba en algo  más de 18 puntos porcentuales. 
 
¿Tiene algo que ver este crecimiento  con el tecnopopulismo de Rafael Correa que se vende como representante de la  auténtica izquierda?
 
“Correa llegó al poder en 2007 como  candidato auspiciado por varios sectores  de la izquierda ecuatoriana, y fue precisamente entre 2006 y 2008 cuando se observa un primer gran salto en quienes se  autoidentifican con esta posición ideológica, pasando del 9,8 al 15 por ciento”, cita  uno de los autores de este capítulo de Lapop, Paolo Moncagatta, quien es profesor  de la Universidad San Francisco de Quito.
 
El politólogo Santiago Basabe, profesor de la Flacso, afirma que la hegemonía del correísmo durante una década no se  debe a que el electorado ecuatoriano fuera de izquierda. “Aunque una de las ideas  más posicionadas para explicar la vigencia de la ‘Revolución Ciudadana’ es que la  orientación del electorado giró hacia la izquierda, dicho argumento es falaz. La bonanza económica que vivió el país como  consecuencia de los altos precios del petróleo es la causa principal del auge de Correa  y su movimiento”, escribió este académico.
 
El boom de los precios del petróleo  duró hasta 2015; tras la caída, el modelo  empezó a derrumbarse y ésa es la razón  por la que Correa no se candidatizó para los comicios de 2017. Basabe-Serrano  es coautor de un capítulo del libro “¿Fin  del giro a la izquierda en América Latina?” (Flacso, México, 2017), que analiza  este fenómeno.
 
Por cierto, el correísmo enarboló la  bandera de la lucha contra la “larga noche neoliberal”, plataforma de los grupos  de izquierda en Ecuador. Para ciertos autores, la dualidad izquierda/derecha no  puede entenderse separada de una posición respecto de las políticas neoliberales.
 
Paradójicamente, argumenta Basabe,  entre 1985 y fines de la década de los 90,  “Ecuador fue uno de los países de América Latina que menos avanzó en políticas  de ajuste en los planos económico, financiero, laboral y fiscal”. Junto con Costa Rica, Paraguay y Uruguay, Ecuador es una  de las naciones donde el traslado de actividades del sector público al privado no  fue significativo. En un ranking de nueve  países de la región, que mide el índice de  privatizaciones en América Latina, Ecuador ocupa el sexto lugar.
 
Correa, con Hugo Chávez y Evo Morales, son descritos desde el mundo académico como gobernantes de una izquierda  “nacionalista, estridente y cerrada”.
 
¿Y el centro y la derecha?
Entre el 12 y el 15 por ciento de encuestados ecuatorianos se identificó con la derecha entre 2004 y 2014. A partir de ese  año, el modelo correísta empezó su caída libre, cuando se produjo la baja del valor del crudo en el mercado internacional.
 
El crecimiento de adeptos a la derecha  subió del 13,7 por ciento en 2014 al 22  por ciento en 2019, según Lapop.
 
Un estudio de Moncagatta y Carlos  Espinosa, que también es profesor de la  USFQ, confirma la “resiliencia” de la derecha ecuatoriana entre 2007-2017. Sobrevivió a la crisis de partidos y al eclipse que supuso el correísmo. El análisis muestra que  la derecha es fuerte en el Litoral, gracias a  una estrategia de territorialización: la Alcaldía de Guayaquil está en manos socialcristianas desde 1992. Además, “los actores más importantes de la derecha en las  últimas dos décadas han surgido de Guayaquil: Álvaro Noboa del PRIAN; Jaime Nebot del PSC; y Guillermo Lasso, de CREO”.
 
Quienes se ubican en el centro de la  escala ideológica han sido, desde la primera medición del Barómetro, mayoría entre  las preferencias de los ecuatorianos. Pero  el alza más significativa se produjo entre  2008, cuando estaba en 38 por ciento, y  2019, cuando subió a 53 por ciento, esto  es, más de la mitad de los encuestados. Al  sumar el centro y la derecha se obtiene casi las tres cuartas partes de la totalidad.
 
Además, el número de los indiferentes y renuentes a ubicarse ideológicamente bajó a la cuarta parte entre 2004  y 2019. ¿Qué sugiere esto? Los niveles de  politización entre los ciudadanos crecieron en esos 15 años.  La politización es el “grado al cual los  ciudadanos responden o no cuando se les  interroga sobre su autoidentificación ideológica”. Que en 2019 más gente se haya  decantado por elegir una posición ideológica denota una ‘ciudadanía más politizada’”, explican los autores. Esto lleva a otro  tema. La polarización política llegó a un  punto peligroso para la democracia, advierte Paolo Moncagatta, en una investigación, aún inédita, revelada aquí.
 
 
La polarización
Los académicos estudian la polarización  en Estados Unidos pero harían bien en  concentrarse en el fenómeno en América Latina, y particularmente en Ecuador.  La polarización es el “movimiento desde  el centro hacia los extremos”.
 
Si en 2004 una cuarta parte de la población se autoidentificaba en las categorías ideológicas extremas, 12 años más tarde (en 2016) la cantidad era el doble. La politización y la polarización serían procesos complementarios.
 
El trabajo “La creciente polarización ideológica  en Ecuador”, en coautoría  con la investigadora Ana  Emilia Poveda, presenta la  magnitud del problema, en  una escala de uno al 100.  En 2016 el índice fue de  44,9, el más alto de los últimos 15 años. Para 2019, bajó a 36,5 puntos. Los datos sugieren  dos oleadas. El primer pico a favor del gobierno de Correa. Y el segundo, a favor de una corriente  opuesta a ese proyecto.
 
Este informe sugiere tres  peligros. La afectación a la  calidad de la democracia es  el primero. El sistema democrático es el terreno donde  se logran acuerdos mínimos
entre posiciones distintas:  sin embargo, mientras más radicales sean, menor es el espacio para  puntos de encuentro. El segundo se refiere a la búsqueda de soluciones a conflictos por vías no pacíficas. Los 11 días  de protestas violentas en octubre de  2019 serían un ejemplo del agotamiento del diálogo. Y finalmente, el riesgo de  que los electores se inclinen por propuestas populistas y extremistas.
 
Por todo eso, el desafío nacional es  impulsar el aprendizaje de vivir en democracia. Un ejercicio que ahora es más  necesario que nunca. 

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