<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

¿Crisis en China? Si el río suena...

lunes, 15 febrero 2016 - 10:19
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

Aunque hay señales irrefutables de una crisis económica, en China tienen la costumbre de echar el polvo bajo la alfombra. “Todo está bajo control, lo que estamos viviendo es una consecuencia natural de la transición”, dice el Partido Comunista. Muchos no lo creen. Lo cierto es que el voraz dragón ya no tiene el mismo apetito de antes.

En las calles de China se ve un espejismo de capitalismo. Sin embargo, detrás de ese espejismo, está el gobernante Partido Comunista que sostiene el timón de la economía y controla la información. A pesar de su hermetismo, las señales de que algo no anda bien ya no se pueden disimular.

China cerró 2015 con el crecimiento económico más bajo en 25 años (6,9 por ciento). Pero eso era previsible. Lo que no, fue la caída de la Bolsa de Valores de Shanghái en su primera sesión de este año. El 4 de enero, el índice de referencia cayó un 6,9 por ciento debido a la venta masiva de acciones. Para evitar una mayor caída, las autoridades chinas paralizaron la actividad de la Bolsa tras utilizar por primera vez en la historia los interruptores automáticos. Este mecanismo funciona como cuando se detiene un carro con freno de mano. El mes pasado, además, el yuan se debilitó un 1,5 por ciento frente al dólar estadounidense.

El Gobierno chino dice que todas estas son consecuencias naturales del cambio de modelo económico. Lo denomina “nueva normalidad” y se refiere al modelo económico basado en el consumo doméstico y la innovación.


Interruptores automáticos por primera vez en la historia paralizaron
la actividad de la Bolsa de Valores de Shanghái el pasado 4 de enero
para evitar una mayor caída debido a la venta masiva de acciones.

A pesar de los esfuerzos de la propaganda oficial para calmar las aguas, los chinos saben que algo pasa. Wang Yang es una pekinesa de 36 años que goza de una vida cómoda en Beijing. Tiene dos departamentos y dos carros que pudo comprar gracias a las buenas ventas de su empresa que fabrica vinos. Sin embargo, el año pasado las ventas cayeron más del 40 por ciento y la tendencia a la baja se mantiene.

Su caso no es el único. Federico Giuria, uruguayo de 34 años, llegó a Beijing en septiembre de 2014 para trabajar en la filial de la multinacional Atkins, una de las más grandes firmas de consultoría de diseño e ingeniería del mundo. Cuando entró, había 15 empleados en la división de Arquitectura. Después de seis meses, quedaron solo cuatro. La razón: la empresa ya no tenía suficientes proyectos que justificaran la contratación de tanto personal. Por la misma situación de Atkins está atravesando un sinnúmero de firmas arquitectónicas que están de brazos cruzados porque en China ya no se construye como antes.

Tan evidentes son las señales de la crisis que el mismo Diario del Pueblo, el periódico insignia del Partido Comunista, publicó a mediados del mes pasado un análisis económico preocupante. “El comercio exterior, un motor tradicional del crecimiento, terminó 2015 con la primera contracción anual en seis años. El mercado inmobiliario se desaceleró y hay exceso de capacidad industrial. El capital está saliendo del país, la deuda mala está aumentando y la volatilidad del mercado financiero está disminuyendo la confianza”, decía.

¿QUÉ NO CUNDA EL PÁNICO?

Los economistas cercanos al Partido Comunista argumentan que todo está bajo control y que los analistas occidentales exageran. Aducen que la reserva de divisas china sigue siendo la mayor del mundo y que, en caso de una emergencia, el Gobierno podría hacer uso de ella para inyectar liquidez en el mercado como hizo en 2008 para paliar los efectos de la crisis económica estadounidense.

Sin embargo, eso no es tan fácil como parece por dos razones. La primera es que, si bien el paquete de estímulos ayudó a esquivar el bache en 2008, también fomentó un exceso de construcción en el país, lo que condujo a un exceso de capacidad industrial y a un superávit en la oferta de propiedades que hizo que los sectores manufacturero e inmobiliario pasaran de ser motores a convertirse en lastres para el crecimiento. Así lo describe el economista Zhu Baoliang, del Centro de Información Estatal. “El sector inmobiliario es la mayor amenaza para la economía china”, señala.

El crecimiento de la inversión en propiedades, que solía representar una quinta parte de la inversión total de China y que influye sobre más de 40 industrias, como la del acero y el cemento, sigue decayendo. El porcentaje del aumento de dicha inversión cayó a solo 1,3 por ciento para el período enero-noviembre de 2015 después de haber registrado alzas de doble dígito hasta 2014.

El economista Zhu Baoliang explica que esto se debe a que el desarrollo de propiedades sigue restringido por el exceso de inventarios inmobiliarios de los desarrolladores de bienes raíces, el cual se estima en 150 millones de unidades. Eso es lo que, desde hace años, ha dado lugar a las ciudades fantasmas. Ordos y Erenhot, en la Región Autónoma de Mongolia Interior, al norte de China, son solo dos ejemplos de ciudades casi deshabitadas.


Una de cal y una de arena. El yuan acaba de ser incorporado a la canasta de monedas
del FMI que respaldan los Derechos Especiales de Giro de dicha institución. Sin embargo,
la moneda se depreció el mes pasado en 1,5 por ciento frente al dólar.

La segunda razón es porque las reservas de divisas de China están cayendo rápidamente. En 2015, la reserva cerró con 3,33 billones de dólares, el nivel más bajo en más de tres años. Solo en diciembre, el descenso fue de 107.900 millones de dólares, la mayor baja mensual jamás registrada, lo que ha generado preocupación sobre la creciente salida de capitales del país.

“Si bien, las reservas son grandes, no son inagotables, sobre todo, teniendo en cuenta la magnitud de los compromisos internacionales de China –el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, el Banco Asiático de Infraestructura, el Banco de los BRICS, la ayuda bilateral a los países africanos y los latinoamericanos. Entonces, durante los próximos cinco años, el Gobierno chino ya no será rico en efectivo y le resultará más complejo cumplir sus planes de desarrollo. Aún así, con una buena gestión y buena suerte, la inminente crisis fiscal de China se desarrollará en cámara lenta, no será un big bang. Luego emergerá una China más modesta”, vaticina Salvatore Babones, analista de la Universidad de Sídney para la cadena Al Jazeera.

De cumplirse este pronóstico, países como Venezuela y Ecuador que dependen, en gran medida, del financiamiento chino perderían a su principal prestamista. Y no solo eso. La devaluación del yuan y, por ende, el abaratamiento de sus exportaciones amenazan las industrias nacionales de los países latinoamericanos. La llamada “década de oro” por el boom de los commodities terminó. En 2015, según la BBC, los productos energéticos experimentaron una caída en torno al 24 por ciento; los metales, un 21 por ciento, y los productos agrícolas, un 10 por ciento. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estima que en 2016 las economías latinoamericanas crecerán solo un 0,2 por ciento.


Cambio de modelo. El consumo interno es el responsable del 58,4% del
crecimiento del país, a pesar de la desaceleración económica. Muestra
de ello es el turismo. En 2015, los chinos realizaron más de 4.000 millones
de viajes dentro del país y 120 millones de viajes al extranjero.

Por otro lado, como consecuencia de la contracción del sector de la construcción (un importante consumidor de acero), durante 2014 y 2015 la demanda de acero en el gigante asiático cayó por primera vez desde 1995 y la Asociación Mundial del Acero prevé que siga contrayéndose para 2016 al 0,5 por ciento.

Sin embargo, por decisión gubernamental, las acerías chinas no han detenido su operación y han buscado colocar sus excedentes en el mercado exterior. Entre enero y septiembre de 2015, la importación de acero laminado proveniente de China creció cinco por ciento interanual en América Latina y totalizó 6,3 millones de toneladas, según un informe difundido por la Asociación Latinoamericana del Acero. Los principales destinos del barato acero chino fueron Centroamérica (18 por ciento), Brasil (15 por ciento) y Chile (14 por ciento).

EL CONTRAATAQUE CHINO

Dado que los otrora pilares del crecimiento chino (exportaciones de mercancías baratas y el sector inmobiliario) no están en su mejor momento, el Gobierno chino apuesta por la dinamización del consumo doméstico.


Burbuja inmobiliaria. Hay un exceso de 150 millones de unidades en los inventarios de
bienes raíces. Un sinnúmero de empresas arquitectónicas extranjeras están despidiendo
personal. La razón: no hay suficientes proyectos que justificaran la contratación
de tanto personal porque en China ya no se construye como antes.

Actualmente, el consumo interno es el responsable del 58,4 por ciento del crecimiento del país, a pesar de la desaceleración económica. Muestra de ello es el turismo. En 2015, los chinos realizaron más de 4.000 millones de viajes dentro del país y 120 millones de viajes al extranjero.

“Además de incrementar el poder adquisitivo, los esfuerzos del Gobierno para mejorar el seguro de salud, la pensión y la escuela gratuita del país también constituyen un impulso. Igualmente, la tendencia de los chinos a ahorrar se mantiene”, afirmaba un reciente editorial de la agencia oficial Xinhua. Por otro lado, el sector de servicios cobra relevancia. De hecho, éste reemplazó a la industria como el principal motor de la economía nacional y la brecha se ha ampliado. En 2014, los servicios representaron el 48,2 por ciento del PIB y el porcentaje de la industria cayó al 42,6 por ciento.

El auge del sector de servicios permitió que el Gobierno creara alrededor de 13 millones de nuevos empleos urbanos. Sin embargo, todos estos son datos oficiales publicados con la venia del Partido Comunista. Solo el tiempo dirá si se trataba de un espejismo o no.

Más leídas
 
Lo más reciente