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Entrevista a Luis Sarrazín Dávila: "Prácticamente no hay Ministerio de Salud"

miércoles, 10 marzo 2021 - 02:57
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Luis Sarrazín Dávila, exministro de Salud Pública, es crítico de las políticas sanitarias de los últimos 14 años. Cree que hubo una especie de ilusión óptica de que existía una infraestructura sanitaria “que en realidad no había y lo poco que había estaba mal estructurado”.
 
Luis Sarrazín Dávila tiene una larga experiencia en el análisis de la salud pública del país. No en vano fue el primer  director del Hospital del Niño Francisco de  Icaza Bustamante de Guayaquil, jefe provincial de Salud del Guayas y ministro de Salud  durante el primer Fenómeno del Niño. Tras  58 años de ejercicio profesional, está retirado  de su consulta particular como pediatra, pero  sigue acudiendo a diario a su oficina en la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Allí vigila al  centavo los gastos en insumos médicos de los  centros de salud que regenta esa institución.
 
¿Los problemas de salud de hoy son diferentes a los de hace 40 años?
Los problemas son muy parecidos. A diferencia del que ahora nos agobia, que es la  pandemia por el coronavirus. El problema  de la enfermedad COVID-19 es un elemento  diferente en el panorama de la salud en relación con otros tiempos.
 
Cuando usted fue ministro, ¿cuáles eran las preocupaciones?
Básicamente las enfermedades diarreicas  en la época invernal, las respiratorias en la  época de verano y la malaria que tenía  una alta incidencia y prevalencia.
 
¿El Fenómeno del Niño de 1983, agravó la situación?
Por supuesto. Fue uno de los más serios que hemos tenido. El hábitat se hizo un  hábitat hídrico por la gran cantidad de inundaciones y eso permitió un desarrollo exagerado del mosquito que se reproduce en el medio ambiente acuático.  Hubo una crisis de 75 mil casos de plasmodium que nos obligó a hacer una importación violenta de 400 toneladas de DDT para  empezar el programa de rociado intradomiciliario, lo que nos permitió echar abajo esa  terrible incidencia de malaria en el Ecuador.
 
Y ahora, ¿cómo ve usted la salud pública del Ecuador a corto plazo?
Mal. Si prácticamente no hay Ministerio  de Salud. Las acciones, muchas que se emprendieron, ya no se continuaron, otras se  deterioraron. No hay una red estructurada.  A los epidemiólogos los cancelaron  porque creían que eran funcionarios de escritorio. Fueron un miércoles a ver  cuántos epidemiólogos estaban trabajando. Como  no había ninguno, los cancelaron.
 
¿Qué sucedía? Ellos el  lunes planifican las acciones que van a hacer  hasta el sábado o domingo a veces. Entonces se reparten por todo el país. Ellos son los  radares humanos que  avisan a las autoridades centrales qué está  pasando para que se tomen las medidas en forma rápida e inmediata.  Ahora no se sabe nada  de qué pasa en ninguna parte. Una cadena bien estructurada  y organizada de información es fundamental en salud pública.
 
¿Por qué dice usted que no hay Ministerio de Salud?
Porque no hay. Tiene que venir alguien con conocimiento, con capacidad, con preparación, con  autoridad, con respaldo gubernamental para reestructurarlo en su totalidad, para que vuelva  a ser y a brillar como era en otras  épocas en donde el Ministerio de Salud era  absolutamente conocido y  respetado nacional e internacionalmente.
 
¿Hasta cuándo hubo Ministerio?
Me imagino que hasta  2006, más o menos.
 
¿La crisis se agravó con la pandemia?
Bueno, es condenable  la falta de atención, de preparación del Ministerio de  Salud y la falta de apoyo  y aportes para la solución  de la problemática. Muchas instituciones y gobiernos locales  han tenido que sacar recursos de donde sea para ayudar a paliar el problema  ante la incapacidad del Estado de hacer  frente a las necesidades para control de  la pandemia.
 
¿El país no estaba preparado?
No estaba preparado en absoluto para  una cosa de esta naturaleza y, quienes estaban en funciones no tenían ni siquiera  noción de lo que estaba pasando en otros
lugares y de lo que nos podía pasar. Por lo  tanto, tuvimos que pagar las consecuencias de una forma muy dura, como fue lo  que pasó en el Guayas en el mes de marzo, que fue catastrófico.
 
La percepción que teníamos era que había más hospitales y una buena infraestructura.
Eso era una ilusión óptica. Se creía que  había, pero en realidad no había. Y lo poco que había no estaba bien estructurado, bien mantenido, bien apertrechado ni  bien aprovisionado. De ahí vino, pues, justamente el descalabro.
 
¿Cómo está el recurso humano?
El personal médico y paramédico está sometido a una sobrecarga de trabajo espantosa, casi diría yo inhumana, para poder cubrir las grandes necesidades.  No se da abasto.
 
¿Cree que estamos demorando mucho en tener las vacunas?
Por supuesto. Debió haberse hecho  una negociación completamente diferente, pero eso es cuestión de las autoridades.  No me corresponde a mí opinar.
 
En estos días hubo una falta total de vacunas, incluso la pentavalente para niños.
Ese es un error gravísimo y una irresponsabilidad ministerial. El Ecuador estaba muy atrás en Latinoamérica, en los  programas de vacunación infantil, hablo  del pasado. Está mal que yo lo diga, pero  yo tomé las riendas del proyecto que se  llamaba Programa ampliado de inmunizaciones. Pasamos a ser uno de los países  más adelantados en materia de inmunización infantil en Latinoamérica. Teníamos  todo, cubríamos el mayor espectro de enfermedades infantiles.
 
Existe un organismo que es el Banco de Vacunas de Washington, que está  adscrito a la Organización Panamericana de la Salud. Usted le pide al banco que  le compre tal cantidad de vacunas y se las  compra, pero a precios increíbles. Si usted  quería comprar vacunas de sarampión en  la calle y le costaba más o menos ocho dólares, por medio del Banco de Vacunas de  Washington conseguí las dosis de sarampión a tres dólares. 
 
Si no hemos hecho eso es porque a las  autoridades actuales les ha importado un  pepino que exista o no el Banco de Vacunas. Capaz que nunca en la vida oyeron  hablar de él. Porque son gente improvisada en el cargo. Pueden ser excelentes personalidades académicas, pero  una cosa es ser un académico  y otra cosa es saber de la salud  del Ecuador. Eso hay que vivirla y haberla experimentado.  Yo fui ministro después de 14  años de trabajar en salud.
 
¿Hay un riesgo muy alto de rebrote de varias enfermedades?
Riesgos de magnitud no  hay, sino simplemente que se  interrumpa la protección infantil y que pudiese haber a lo  mejor algún brote por este descontrol. Pero eso es hipotético.  Hay un desorden estructural y  operativo que es una absoluta y  total realidad. Este desfase está  malo porque le va a tocar a los  niños que no tienen todavía vacuna, que sigan aumentando su  edad sin ninguna protección.
 
Algunas vacunas se hacían aquí en el Instituto Izquieta Pérez. ¿Por qué desapareció en el gobierno anterior?
Fue un instituto de un  valor local, nacional e internacional indiscutible. Tenía  una cobertura espectacular  en materia de salud pública.  Toda la vida quisieron llevar el instituto a Quito. Nunca pudieron porque peleamos nosotros a muerte para que no  se lo lleven. Un buen día se consiguieron ahí uno que les lleve el dúo y le dieron el golpe de muerte.
 
¿Que dejó de hacer ese instituto?
Todo lo que es materia de prevención  estaba a cargo del instituto. Fabricaba la  vacuna triple (Difteria, tétano y tosferina) que yo hasta la exporté a Centroamérica. Ahora no hay vacuna BCG para la  tuberculosis y esa la fabricábamos aquí,  sobre todo porque la provincia del Guayas tiene la mayor incidencia y prevalencia de tuberculosis en el Ecuador. Se hacía la del Sarampión. Llegamos a hacer  una de las mejores vacunas antirrábicas del mundo, certificada por el Instituto Pasteur de Francia. 
 
Para hacer el suero antiofídico para las mordeduras de serpiente, conseguí recolectar todas las serpientes venenosas del Ecuador. Era un suero basado  en las serpientes ecuatorianas autóctonas. Ahora hay que poner el mexicano o  el costarricense, que no necesariamente es específico. Entonces, por si acaso, le ponen dos, tres, cuatro  o cinco ampollas, para cubrirle bien. El nuestro costaba 14  dólares, con el importado se  gasta más o menos 400 dólares. Nos tomaría una o dos horas solamente para hablar de lo  que hacía el instituto. Es lo que  destruyeron estos miserables  sin compasión.
 
¿Con qué argumento?
El tipo que hizo este mal,  dijo: ‘vamos a dividir el instituto para que hagan mejores cosas y que progrese’. Mentira, lo  que se hacía ya no volvió a hacerse y no progresó para nada, sino que se vino para atrás  completamente.
 
¿Hubiesen podido hacer también vacunas para el nuevo SARS-CoV-2?
Se hubiera podido hacer  porque había una instrumentación de primera y posiblemente con la capacidad que  teníamos se podía haber investigado. A lo mejor podríamos hacer una parte de la elaboración, algo de eso, pero  definitivamente teníamos una  buena capacidad para elaborar  varias vacunas.
 
¿Usted cree que esta pandemia la vamos a superar pronto?
¡Dios lo quiera! Pero esto no se va a  acabar así nomás. Tenemos pandemia  para rato, hasta que se produzca una vacunación masiva. 
 
Primero, no se hace diagnóstico masivo para ver todos los que están enfermos. Debe haber una diseminación  absoluta y total de pruebas para diagnosticar a la mayor cantidad de pacientes. Los que tienen síntomas, aislarlos.  Segundo, protección masiva con vacunación generalizada, no 20 mil dosis. Por lo  menos debe tener unas nueve o 10 millones de dosis para que esté cubierto más  o menos el 80 por ciento de la población.  Entonces eso es lo que hay que hacer.  Mientras esto no se haga, no vamos a  controlar la pandemia. Así es, así será.

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