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Una campaña de cabeza hueca

viernes, 15 marzo 2019 - 01:45
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    Esta campaña seccional de cara a los comicios  del 24 de marzo quedará registrada como la  más anodina de la historia. Hay muy poco que  contar. Es como si los candidatos y sus estrategas se  hubieran esforzado en diseñar un libreto previsible  y gris, con el único fin de blindar a quienes desde  antes de inscribirse ya se asumen como los alcaldes o  prefectos herederos del ‘statu quo’.
     
    No esperan mayores sorpresas. Al menos así lo  pretenden demostrar sus equipos de campaña para  quienes el mejor de los mundos ha sido prender el piloto automático y esperar a que los resultados en votos coincidan con las proyecciones de sus encuestas.
     
    Y si alguna sorpresa ocurre, ya verán qué explicación dan a una ciudadanía a la que poco se interesaron por seducir en estos 45 días de proselitismo.
     
    Resultó una paradoja que en esta competencia  se batan récords con la participación de 280 organizaciones políticas de carácter nacional, provincial y  local y con la inscripción de más de 80.000 candidatos, cuando el debate y la confrontación estuvieron  ausentes.
     
    El mal planteado principio de la equidad, vigente  en la Constitución y el Código de la Democracia,  impide a los medios de comunicación diseñar líneas  editoriales sensatas para promover la discusión con  los candidatos más relevantes. Y cuando la prensa  optó por administrar el mismo espacio para 13, 17,  18 o 43 candidatos a una sola dignidad, el producto  final termina en una innecesaria recitación de obras.
     
    Los marqueteros y asesores reemplazaron a los  partidos políticos. Lo penoso es que ni siquiera hubo  creatividad en el diseño de los mensajes y sus enlatados, con lo cual el vacío de discusión sobre lo que  verdaderamente importa, caló con mayor crudeza.  La frase burda o la organización de un concierto inspirado en la farandulización de la política se impusieron incluso en la mentalidad de candidatos serios y  de trayectoria.
     
    El debilitamiento del correísmo, actor fundamental en los procesos electorales de los últimos 12  años, desarmó la lógica de la disputa a la que el país  estaba acostumbrado, pues ya no existe ese contrincante al cual arrebatarle el poder omnímodo. El gobierno de Moreno dejó a su suerte a AP, optando por  un apoyo discreto a los candidatos supuestamente  más opcionados en Quito y Guayaquil.
     
    Por eso es que el único espacio donde el debate se  encendió con cierta fuerza fue alrededor del Consejo  de Participación Ciudadana y Control Social para  plantear el voto nulo como una estrategia (acertada  o no) para deslegitimar a un organismo con impronta y candidatos correístas.
     
    Pero a nivel seccional, la desolación pudo más. El  problema de una campaña electoral tan pobre como  esta no se superará con la posesión de las nuevas  autoridades el 14 de mayo. Todo lo contrario, se  agravará ya que no habrá cómo exigirles resultados  ni el cumplimiento de sus promesas. El desprestigio  o la irrelevancia de una alcaldía o una prefectura se  vuelven peligrosos, pues se supone que estas autoridades son las de mayor cercanía de la gente.
     
    Es urgente que el país empuje una reforma electoral que corrija todas estas distorsiones, pero también, que la política respete al ciudadano. ¿De quién  es esta tarea?

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