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¿Quién escribe la historia?

miércoles, 4 noviembre 2020 - 11:34
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    POR CARLOS ROJAS ARAUJO
     
    En 37 días, la Justicia condenó a  dos expresidentes. Ocho años para Rafael Correa por el delito de  cohecho en el caso Sobornos y ocho para  Jamil Mahuad por peculado dentro del  congelamiento bancario de 1999.
     
    La suerte de Correa se echó en 493  días, desde que el periodismo destapó la  olla de arroz verde hasta que el tribunal  de casación dio su último veredicto. El  calvario de Mahuad empezó hace más de  20 años, cuando el Congreso autorizó su  procesamiento penal tras ser derrocado.
     
    El correísmo alega que su caso prueba la existencia de un ‘lawfare’ para perseguirlo, según los apetitos de quienes  lo traicionaron, empezando por Lenín  Moreno. Mahuad acusa a la Justicia de  ensañarse con él, por presiones de un  Correa que en su primera campaña prometió llevarlo a la cárcel por la destrucción económica y el éxodo de millones  de ecuatorianos.
     
    En el caso Sobornos, la Fiscalía identificó con documentos, archivos contables y testimonios de funcionarios públicos y empresarios, una red que operaba  desde la Presidencia para captar coimas  y desviarlas en campañas y otras actividades de Alianza PAIS, entre 2012  y 2016. Cuando el agua les llegó al  cuello, Alexis Mera –hoy en prisión–  no descartó que esa red operara por  cuenta de Pamela Martínez y que a  Correa y a él no se les demostró haberse llevado un centavo.
     
    Mahuad advierte que un decreto  económico, como el que congeló los  depósitos, es un acto normativo del  que no puede derivarse un delito de  peculado. Que el dinero en los bancos era privado y no público; y que la  Contraloría jamás probó la existencia del ilícito, primer paso para un  juicio de esa magnitud.
     
    Según Correa, la rapidez de su  juicio develó los tiempos políticos de  quienes temen verlo como candidato. Y según Mahuad, quien en 2006  fue sobreseído parcialmente, la Justicia se tomó todo el tiempo del período correísta para condenarlo. Los dos  exmandatarios, a quienes la Interpol  no les ha extendido todavía una credencial roja, pedirán justicia en instancias internacionales…
     
    La historia ha sido implacable con  Mahuad. Hablar de él es un sacrilegio. Los argumentos que su defensa expone para explicar que el congelamiento fue una medida inevitable  contra la hiperinflación se anulan de  inmediato, pues la única versión que  impera es que ese acto económico,  trágicamente impopular, sirvió para  alcahuetear a banqueros.
     
    Desde que dejó la presidencia, tras  un levantamiento indígena-militar,  mucho más pacífico que el paro de octubre de 2019, Mahuad se quedó solo políticamente. Y en su ausencia se  construyó un relato que deformó su  imagen y gobierno, a pesar de que el  propio Correa reconociera que fue un  error haber reactivado su juicio. “No  me consta que se enriqueció”, dijo.
     
    Correa engrandeció su figura  porque quiso ser leyenda. La defensa política, como estrategia, le resulta vital y exitosa, al punto de que su  grupo es una opción electoral. Tiene
    quien lo defienda en las redes sociales y la política callejera, pues a cada  caso de corrupción y autoritarismo  se responde con una excusa tejida  como un gran silogismo que, repetida mil veces, se vuelve verdad.
     
    La historia la escriben los poderosos, por eso Correa no se descuida.  Mahuad empezó a hacerlo 20 años  después, perdiendo mucho tiempo.

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