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Buenas noticias

martes, 29 diciembre 2020 - 11:10
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    EDITORIAL
     
    Finalmente, la Asamblea  Nacional corrigió uno de  los absurdos jurídicos en  una sociedad democrática: considerar a la comunicación como un  servicio público, definición que  correspondió al talante autocrático del expresidente Rafael Correa. Con 126 votos, incluidos el  de algunos legisladores de la Revolución Ciudadana, se aprobó la  reforma al artículo 5 de la Ley de  Comunicación, determinándose  que la comunicación es un derecho humano, guardando así concordancia con los principios universales de los derechos humanos,
    entre los cuales está la libertad de  expresión, que debe ejercerse con  libertad y no con mordaza.
     
    Casi al término del gobierno del presidente Lenín Moreno,  uno de cuyos méritos es haber  respetado la libertad de expresión, la comunicación va enrumbándose hacia su cauce natural.  Gracias a la vigencia de la libertad de expresión, los ecuatorianos descubrimos la corrupción  del anterior régimen y del actual, por la labor empeñosa de los periodistas por llegar a la verdad.  Dicha verdad estuvo empañada  durante casi una década por una  vorágine de propaganda oficial y  por las sanciones de un organismo inquisidor, como fue el Consejo de Regulación de la Comunicación creado por la Ley que acaba  de ser reformada y eliminado por  pedido del presidente Moreno.
     
    La Corte Constitucional también derrumbó otro de los perversos principios instaurados por  el correísmo en contra de la libertad de expresión, al desechar la  demanda impuesta por el Consejo Electoral a Vistazo en 2011,  en el que se pretendió pasar una  opinión editorial legítima, como  “propaganda electoral”. La jueza Teresa Nuques, ponente de la  Corte, desechó el argumento del  Tribunal Contencioso Electoral  porque violaba la libertad de expresión y añadió que la protección  al derecho de la libertad entraña  una importancia particular para  el ejercicio de otros derechos e inclusive para el funcionamiento de  una sociedad democrática.
     
    No obstante estas dos buenas  noticias, queda un aspecto trascendente por reformar: el presidente  Lenín Moreno debería eliminar el  derecho del gobierno a exigir a los  medios de comunicación que pasen cadenas nacionales. Concebidas por una dictadura militar, no  se compaginan con una democracia. Todo gobierno por su propia  naturaleza tiene cobertura de medios y no debería recurrir a esta  exigencia de propaganda, que en el  mejor de los casos se convierte en  una colección de mensajes aburridos y en el peor un adoctrinamiento ideológico totalitario.

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