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Una vida que importa

lunes, 14 febrero 2022 - 16:20
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    1967. La única mujer en la Asamblea Constituyente, la senadora Isabel Robalino Bolle, representante de los trabajadores pidió la palabra. El senador Assad Bucaram le dijo: “Adelante señora Robalino”. Robalino le respondió: “Señorita”. Bucaram hizo una broma de doble sentido: “Le dije así por la manera cómo sostiene el micrófono”. El recinto estalló en risas, pero ella inmutable continuó con su exposición. Acostumbrada desde su infancia a vivir en un mundo dominado por hombres y en una sociedad cargada de prejuicios, en 104 años de vida Robalino demostró que la educación, los valores y la ética vencen cualquier muralla.

    Hija de Luis Robalino Dávila, un intelectual ultraconservador recordado como el biógrafo defensor de Gabriel García Moreno y de una ciudadana alemana Elsbeth Bolle, ella tuvo la fortuna de estudiar en Europa y con la disciplina y empuje de su madre romper una a una las barreras que encontró a su paso: se graduó del colegio Mejía, un plantel laico y dominado por hombres; estudió Derecho Laboral en la Universidad Central, donde fue la única mujer de su promoción; fue la primera concejala de Quito y la primera senadora funcional; catedrática de las universidades Católica y Central y activista de las causas democráticas hasta su muerte.

    De su padre heredó el apego a la religión católica y tras un viaje a Roma, donde escuchó al papa León XIII decidió practicar la doctrina social de la Iglesia y ser una defensora a ultranza de los derechos de los trabajadores. Según el historiador Enrique Ayala, participó en la creación de más de 2.500 sindicatos y acompañó a la CEDOC desde sus inicios y propuso la creación del FUT.

    Esta defensa de los trabajadores la ubicó en la orilla opuesta de algunos presidentes como León Febres-Cordero, quien la tildó de comunista o de Rafael Correa cuya corrupción denunció a través de la Comisión Nacional Anticorrupción en 2015, cuando tenía 96 años. No rehuyó a las manifestaciones públicas para exigir derechos. Nunca se consideró comunista, porque ese sistema destruye la libertad individual y la libertad de expresión, pero creía en la justicia y los derechos como la semana laboral de 40 horas, que ayudó a promulgar en el período de un presidente al que tuvo mucha fe: Jaime Roldós Aguilera.

    No solo fue activista, sino que muchísimos estudiantes tuvieron la oportunidad de escucharla en su cátedra y también escribió varios libros sobre la historia sindical y el Derecho Laboral ecuatoriano. Al final de sus días dio el ejemplo maravilloso de una vida que importa, cuando en silla de ruedas y con su rostro marchito por el paso de las décadas escuchó la sentencia de una justicia corrupta, manejada por el poder de entonces que le sentenció a ella y los demás miembros de la Comisión Anticorrupción a un año de prisión por injurias al contralor Carlos Pólit. Pocos meses después, cuando cambió el régimen y se pudo esclarecer el rol de aquel contralor se descubrió que las denuncias fueron correctas.

    Desde los 96 años, en que sufrió una caída y fractura de pierna vivió hasta su muerte en el Convento de Santo Domingo en Quito. Como dice el poema de Michael Josephson: “Al final lo que importa no es lo que se acumula, sino lo que se entrega” e Isabel Robalino será un símbolo histórico por esta razón.

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