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Política de la burda

viernes, 22 julio 2022 - 19:36
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    Que a la típicas denuncias de corrupción, reparto y hombres del maletín que siempre han acompañado el pésimo desempeño de la Asamblea Nacional, ahora se sumen el escándalo de la alteración tecnológica de los votos y, lo que es peor, el amedrentamiento y la violencia como procedimiento político obliga al país a redimensionar con sobrado pesimismo el deterioro de su democracia.

    Bajo estas circunstancias, Virgilio Saquicela no puede pasar de agache, creyendo que la Presidencia del primer poder del Estado se limita a la habilidad con la que conjure la suma de curules de una mayoría voraz y desestabilizadora que hoy lo respalda.

    No se trata de mirar a un lado mientras hay todos los votos para destituir a la Segunda Vicepresidenta de la Asamblea, por una acusación pueril y anodina, mientras del otro lado la Revolución Ciudadana ‘sanciona’ a pañuelazos a uno de los suyos por el repudiable hecho de meterse en la piscina de los mafiosos, sin que ello impida a Ronny Aleaga ser uno de los operadores legislativos de mayor poder.

    Es una vergüenza, por decir lo menos, que al Partido Social Cristiano no le repugne este tipo de escándalos, pues lo único que parece interesarle es controlar vía juicios políticos, la Judicatura, repartirse el Cpccs y tener un contralor que, a lo mejor, no le interese auditar el mal manejo de los recursos públicos que, a lo largo de tres años, se ha denunciado en contra de la alcaldesa-celebrity guayaquileña.

    Mientras Cynthia Viteri y su partido se enfocan en la reeleción de febrero o la familia Yunda piensa en volver a candidatizarse en Quito, por el trámite incompleto con el que el Contencioso Electoral se burla de los capitalinos, los ecuatorianos se estrellan ante una política miserable y devaluada.

    Lo más tenebroso es que habrá ciudades destrozadas por el abandono estatal que estarán en manos de caciques mucho más peligrosos que los del pasado, pues la plata sucia del narcotráfico y la minería ilegal se tomará varias alcaldías y prefecturas.

    Y pese a esta lacra, hay líderes de la talla de Jaime Nebot que hablan de federalismo sin advertir el riesgo de dejar territorios enteros a merced de una mafia peligrosa e impune que tiene espacio, desde hace rato, en el Palacio Legislativo.

    Luego del paro de la Conaie, los algoritmos fantasmas de las redes sociales y los medios digitales alternativos han querido posicionar a Leonidas Iza como el depositario de un nuevo liderazgo, aunque en la Asamblea haya una voz de Pachakutik, como Gissella Molina, que advierte de los antivalores de este dirigente indígena y sus bases por, según asegura, atentar contra su integridad.

    ¿Qué va a decir el presidente Saquicela ante semejante denuncia? ¿Acaso no es su obligación transparentar este y los demás amedrentamientos que otros parlamentarios dijeron sufrir porque decidieron votar en contra de la destitución de Guillermo Lasso?

    La agenda política de la Asamblea no puede reducirse al bochornoso reparto de cargos y poder, mientras la confianza internacional se desmorona frente a una democracia secuestrada y sin incentivos para que el Gobierno salga del atolladero y busque amplios acuerdos con sectores que no respondan a la mafia, el bloqueo y el garrote.

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