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40 años de democracia

viernes, 2 agosto 2019 - 11:43
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    Los sobornos que financiaron  el autoritarismo de la década ganada desfilaron por las  narices de nuestras instituciones, gracias a la sumisión, los vericuetos legales y la complicidad de los políticos que recitaban un discurso  incompleto de progreso e inclusión.
     
    Un sacerdote profano sueña con  una nueva constituyente, mientras  una comisión de ‘notables’ desempolva la figura del Senado (vigente  en 1946 y 1967) para corregir de  una vez por todas, los desequilibrios de una institucionalidad  tramposa desde siempre.
     
    El Gobierno se desgasta en el  inevitable ajuste fiscal, mientras  su popularidad se enfría a la misma velocidad que las perspectivas  económicas. Y desde el exilio, el  caudillo que más tiempo gobernó,  esquiva una justicia poco confiable,  mientras sus sofismas se cuelan  por las redes sociales.
     
    Ecuador todavía es vulnerable,  a pesar de que su democracia cumple 40 años. Por lo tanto, retratarlo  bajo la mirada de estos párrafos  puede ser desalentador.
     
    Conviene, entonces, mirar hacia  atrás y ver que el progreso de nuestra sociedad puede narrarse desde  otros referentes para entusiasmarse  por estas décadas, aunque la propaganda nos hacía creer, hasta hace  poco, que nada tenía más valor que  el correísmo instaurado en 2007.
     
    Pues no. Desde los años 80,  Ecuador se interesó por la electrificación nacional, por crear programas de vacunación y alfabetización que, pese a las sucesivas crisis  económicas, mejoraron la vida de  muchas familias. Hay que ver cómo  era este país en 1979.
     
    Luego de 40 años, y pese a muchos episodios de autoritarismo,  cabe destacar la vocación de esta  democracia, respetuosa de los derechos humanos. La grandeza de Jaime Roldós, que fortaleció el sistema  interamericano, servirá para luchar  contra los tiranos y exigirles cuentas  donde quiera que se encuentren.
     
    El país debe sentir orgullo por  cómo, en 1990, los grupos indígenas dieron una lección de rebeldía,  convirtiéndose en el movimiento  social más importante de la región,  gracias a que, en buena medida, los  líderes y los partidos de entonces  entendieron que esas reivindicaciones eran justas y necesarias. Hoy se  desmerece la lucha feminista y el  desprecio a las minorías sexuales  brota por los poros de muchas élites  contemporáneas.
     
    Ecuador supo crear un consenso  para poner fin a su dolorosa historia de límites y entendió que la  integración era la puerta para desarrollarse. ¿Qué acuerdos lo inspiran  hoy? ¿No será momento de que  el país, como lo anheló el primer  presidente de estos 40 años, se una  para inaugurar la justicia?
     
    Proclamas como esta se estancan en el fracaso; en cambio, los  ecuatorianos luchan por emprender y abrirse al mundo, pues el vehículo de la dolarización supuso  el fin de una inflación que los ensimismaba, como sucede hoy con  Venezuela o Argentina.
     
    Es lamentable que tal y como  ha sucedido en estas décadas, el  país siga sometido a poderosos  grupos de interés: unos se festinaron los ahorros de los ecuatorianos  en el crack de 1999 y otros no dan  explicaciones de lo que se derrochó  en el reciente ‘boom petrolero’.  Ojalá, también hayamos aprendido a no botar presidentes. 

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