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S.O.S. a la democracia

miércoles, 16 octubre 2019 - 01:15
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    Han pasado 40 años desde  que Ecuador retornó a  la democracia. Este no  es un sistema de organización política perfecto (ninguno  lo es), pero definitivamente es un  sistema compatible con la libertad.  Analicemos algunas de las falencias  de nuestra democracia para luego  proponer correcciones.
     
    En nuestra democracia hemos  padecido de “dictadura de las mayorías”. Para que una democracia funcione, se deben producir consensos  entre los ciudadanos para determinar los caminos a seguir. Esto limita  las opciones de política del gobierno  solamente a aquellos temas en los  que pueda haber acuerdos. El problema se origina cuando hay una  opinión homogénea sobre un tema  y no existen mecanismos para garantizar el respeto al derecho individual de las minorías. Por ejemplo, la  consulta popular de 2011, prohibió  los casinos porque así lo quiso la mayoría, violando el derecho individual  de un grupo de ciudadanos a realizar  una actividad económica que no  afectaba el derecho del resto.
     
    En nuestra democracia también  han aparecido líderes autoritarios,  quienes han abusado del poder violando impunemente el derecho individual de los ciudadanos. Esta tendencia se produce, porque nuestro  sistema político otorga demasiado  poder al Ejecutivo. No existen pesos ni contrapesos adecuados en los  otros poderes del Estado: Legislativo  y Judicial. Incluso se han creado engendros como el Consejo de Participación Ciudadana, que solo sirven  para acumular más poder en el Ejecutivo. Con un poder del Estado sin  límites, los ciudadanos hemos tenido que ceder nuestra libertad frente  a regímenes despóticos y corruptos.  Como lo describió el político e historiador inglés Lord Acton: “el poder  tiende a corromper y el poder absoluto, corrompe absolutamente”.
     
    Debemos corregir los errores de  nuestra democracia a través de la  creación de un gobierno de las leyes,  y no de las personas que forman la  argolla en el poder. En donde todos los ciudadanos seamos iguales ante  la ley, y se limite al máximo el poder  de coerción y arbitrariedad en las  decisiones del gobierno. No podemos olvidar que mientas más poder  otorguemos al Estado, más libertad  debemos entregar a cambio (entregando así el control sobre nuestras  vidas).
     
    Necesitamos una nueva Constitución y normas que establezcan  claramente las funciones del Estado  y limiten su poder a través de pesos  y contrapesos adecuados. Debemos  aprender que una democracia justa  debe estar guiada por principios generales de respeto al derecho individual a la vida, libertad y propiedad.  Lo que es justo a nivel individual,  también lo es a nivel colectivo.
     
    Urge un nuevo marco legal e  institucional que garantice un ambiente favorable para la creación de  bienestar: reglas claras y predecibles,  respeto a los contratos e independencia de la justicia. ¡Todavía tenemos un largo camino por recorrer  para salvar nuestra democracia y  crear una sociedad libre! 

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