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El cáncer más grave

jueves, 4 julio 2019 - 12:58
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    A Ecuador lo corroe un cáncer más grave que cualquiera que haya sido descubierto por la ciencia: la  desconfianza. Nos hemos enfocado  en crear capital físico (carreteras,  puentes, maquinarias, etc.) como  vía para desarrollarnos, pero hemos  descuidado ampliar un capital igual  de importante: el capital cultural. Es  decir, una sociedad en donde la confiabilidad forme parte de los valores  de todos los individuos; en donde  la sanción social sea suficiente para  evitar la mayoría de abusos sin necesidad de ir a la justicia. Una cultura  de honestidad…
     
    La desconfianza tiene profundos  impactos económicos porque obliga  a monitorear que no se produzcan  abusos. Esta supervisión adicional  eleva los costos de producción y nos  lleva al dilema de ¿quién monitorea  a los monitores? Al final del día, estamos destinando valiosos recursos  para controlar, en vez de producir.
     
    ¿Existe alternativa? Sí, podemos crear una cultura acorde con  los requerimientos de una economía  próspera. Una cultura que maximice  las relaciones voluntarias porque  son las únicas en las que siempre  ambas partes salen ganando.
     
    Desde la esfera individual, empecemos por respetar la fila, por devolver lo que encontramos que no  nos pertenece, por cumplir nuestras  promesas... Desde la esfera pública,  impulsemos leyes que creen incentivos para adoptar actitudes honestas  y castiguen la deshonestidad. Por  ejemplo, aranceles excesivos premian la deshonestidad (engañar al  fisco vía contrabando). Es lamentable que al pícaro le vaya mejor en  su negocio que al que actúa honestamente. Lo mismo ocurre con la  maraña regulatoria del Estado que  transforma la honestidad (formalidad) en una “cosa de tontos”.
     
    Adicionalmente, las leyes deben  garantizar un respeto irrestricto a  los derechos de propiedad. Esa es la  única vía para reducir los recursos  que se destinan a: monitorear la deshonestidad, proteger la propiedad  y garantizar el cumplimiento de los  contratos. Respetar los derechos de  propiedad beneficia incluso a quienes no tienen propiedad, porque  reduce los costos de producción permitiendo que los ciudadanos compren bienes y servicios más baratos.
     
    Abrámonos al mundo para  aprender de otras culturas que han  sido favorables al avance económico. La migración también puede ser  una inyección de capital cultural.  Muchos migrantes llegan a nuevas  tierras sin ninguna propiedad, pero  traen el mayor y único tesoro que  no puede destruirse con guerras: el  capital cultural.
     
    La acumulación de capital cultural se verá reflejada en la creación de  instituciones que impulsen la productividad y el crecimiento económico en el largo plazo. En materia  formal, incluye: garantía al imperio  de la ley, transparencia y existencia  de pesos y contrapesos. En materia  informal, incluye: códigos de conducta y convenciones que premien  valores como la laboriosidad, creatividad y flexibilidad. Sus beneficios  no solo impulsarán la economía,  sino que mejorarán la vida diaria de  las personas. ¡Es hora de abandonar  la “ley del más vivo”!

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