Desconfianza

Editorial

En dos elecciones presidenciales latinoamericanas recientes, los brasileños y colombianos pudieron conocer a los ganadores con dos horas de diferencia del cierre de las urnas. En Brasil votaron 156 millones de personas y la diferencia entre Jair Bolsonaro e Inácio Lula da Silva apenas fue de 1,8 por ciento. Las encuestas publicadas antes del día de la elección habían declarado un empate técnico. En Colombia acudieron 22,5 millones de votantes. Gustavo Petro triunfó con un porcentaje del 3,13 por ciento sobre Rodolfo Hernández. En ambos países, las autoridades electorales proclamaron los resultados y las demás funciones del Estado los dieron por válidos. En contraste, en Ecuador nuestro sistema electoral ha sido tan deficiente en organizar y contar los votos que los resultados oficiales pueden demorar semanas por ello desde hace más de una década hay un manto de duda sobre la legitimidad de las votaciones.

En las elecciones de 2017, hubo un apagón informático y Lenín Moreno fue declarado ganador, pero subsistió siempre la duda de qué ocurrió durante ese corte y si se perjudicó a su opositor Guillermo Lasso. En 2021, después de que el conteo rápido tenía una diferencia que podría caer en el margen de error entre Guillermo Lasso y Yaku Pérez, la presidenta del Consejo Nacional Electoral Diana Atamaint dejó entrever que quien pasaba a la segunda vuelta era Pérez. El conteo de los votos estableció que a Lasso le correspondía ir al balotaje, pero se sembró la incertidumbre. Ahora, las incógnitas son mayores. No ocurren por denuncias de candidatos que se sienten afectados, sino por anuncios de autoridades del mismo Consejo Electoral: en Guayaquil había un centro paralelo en el mismo edificio electoral que buscaba alterar los resultados de la consulta popular para favorecer la tesis del No.

Si como sostenía Abraham Lincoln, presidente norteamericano: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, generar confianza en el sistema que avaliza la decisión popular como es el conteo de votos es vital para la salud democrática. La confianza es un proceso difícil de construir, mientras que perder la puede ser muy fácil. Y esto ha ocurrido en Ecuador. Para revertir el mal se requiere de reformas importantes,comenzando por ir al voto electrónico, que en el mediano plazo costará menos que el engorroso sistema actual. Permitir la difusión de encuestas hasta el silencio electoral, puesto que, ahora se suspenden con demasiada anticipación por lo cual las diferencias con los resultados electorales añaden elementos ala desconfianza en el sistema. Por último, las autoridades electorales deben ser personas competentes, y tener la capacidad para hacer cumplirlo que dice la Ley principalmente a los que tienen poder político. No es posible que, si se prohíbe la campaña anticipada, la entrega de regalos y en el caso de los miembros del Consejo de Participación Ciudadana evidenciar su nexo político; se empapele con propaganda antes de las fechas, se regale hasta tanques de gas o que un partido presente a los candidatos a esa dignidad como sus miembros. Esas violaciones no sancionadas no solo que reflejan el absoluto desdén de quienes lo hacen por el Estado de derecho, sino que consagran la impunidad. Y la impunidad es un atentado contra la ética, que brutalmente destruye la credibilidad de los procesos.