Torpeza

Patricia Estupiñán

“Los pueblos que no conocen la historia están condenados a repetir sus errores”, sostenía el filósofo Manuel de Santayana. La Conaie y los sindicatos, que fueron humillados durante más de una década por Rafael Correa se alinearon con sus objetivos para derrocar a Lenín Moreno. La amalgama para esta aleación fue el decreto 883 que eliminó el subsidio a los combustibles fósiles, que el propio Correa sostuvo que favorece al rico más que al pobre: “El rico con un 4x4 recibe 1.000 dólares y el pobre por no subir los pasajes de bus percibe 60 dólares anuales en subsidios”. También el ambientalista Pérez que cambió su nombre Carlos, por Yaku que significa agua, defendió de que se mantengan los subsidios contaminantes. De paso olvidó los insultos de Correa: “No representan a nadie… Se reparten la Patria como piratas”. Lo mismo ocurrió con Lourdes Tibán, a quien Correa llamó “ladilla”. Y, qué decir de los sindicalistas como Mesías Tatamuez y los de la Unidad Popular: “Tira piedras, atrasa pueblos… etc”.
 
No solo que sufrieron de amnesia sino de miopía que devinieron en torpeza política: no pudieron controlar a los infiltrados ni a los propios. Al estar alentadas las marchas por figuras visibles del correísmo: Gabriela Rivadeneira, Paola Pavón, Virgilio Hernández y Ricardo Patiño prevaleció su interés: forzar un anticipo de las elecciones. El propio Correa promovió la tesis y se hizo voluntario para ser candidato. El caos tenía un solo propósito: la eliminación de los procesos judiciales en marcha, que son el obstáculo para regresar y “venir por más”. Los eventos se sucedieron en la semana que se definía la casación en el caso Odebrecht, pedida por el exvicepresidente Jorge Glas. También estaba citada la audiencia para el caso Sobornos, donde los indicios recogidos por la Fiscalía apuntan a una sentencia en contra del expresidente Correa por sobornos, financiamiento ilegal de campañas y dolo.
 
Al no controlar las marchas, la Conaie y los sindicatos se expusieron a que su nombre sea la mecha del caos y el vandalismo y que en esa espiral de violencia se incendien también. Esto fue evidente en el secuestro a policías y periodistas en el teatro de la Casa de la Cultura en Quito, donde Jaime Vargas y Leonidas Iza de la Conaie pronunciaron discursos virulentos. Vargas llamó “patojo” a un mandatario en silla de ruedas. Sus palabras incitaron la brutal agresión al reportero de Teleamazonas Freddy Paredes por alguien que “tenía coraje”.
 
Quien siembra vientos cosecha tempestades. En ocho días, la Conaie y los sindicatos destruyeron los puentes que habían tejido con el resto del conjunto social. Justificaron la acusación que les hiciera Rafael Correa, “no tienen el derecho de imponer su visión e intereses al resto de la sociedad”. Entregaron a quien cuarteó sus organizaciones, la pólvora para que vuelva a dinamitarlos. No aprendieron de la historia.