No al populismo

Patricia Estupiñán

POR PATRICIA ESTUPIÑÁN
 
En los inicios de su carrera política al presidente de Estados Unidos Joe Biden le pusieron el apodo de “la boca” por su manera incesante de hablar, a veces sin medir las consecuencias. Por una metedura de pata se retiró de su primera campaña presidencial en los 80. Probablemente, esa verborrea era un mecanismo de compensación contra la tartamudez que tuvo en su infancia y que con tenacidad pudo superarla. La madurez de la vida lo condujo al otro extremo: el autocontrol de sus palabras. En la crisis montada por su oponente para no reconocer su triunfo dejó que las instituciones de su país desvanezcan las afirmaciones falsas. Y cuando hordas extremistas se tomaron el edificio del Congreso, salió como presidente electo a pedirle de manera firme, pero sin ataques personales, al presidente Trump que exija a sus partidarios abandonar el sitio. A los 78 años, quien iniciara su carrera política como uno de los más jóvenes senadores en la historia y que termina como el presidente más longevo, es digno de admiración.
 
Su discurso de posesión inspira. Sin nombrar a su antecesor aseguró que trabajará en los problemas que tiene como reto y que buscará la unidad del país. “Ni la pandemia, ni la economía, ni el cambio climático, ni la justicia racial pueden ser enfrentados con una nación en guerra consigo mismo”, sostuvo. ¡Cuánta diferencia con los cambios de gobierno en Ecuador! En la mayoría el discurso inicial fue una extensión de las campañas políticas para no reconocer mérito alguno en el antecesor y quejarse amargamente sobre la tarea que le tocará enfrentar, una disculpa anticipada de que no habrá éxito.
 
Otro punto importante fue el homenaje a la democracia. “Hoy celebramos no el triunfo de un candidato, sino de una causa, la causa de la democracia. La voluntad de la gente ha sido escuchada y el poder de la gente reconocido. Hemos aprendido que la democracia es un bien precioso y frágil pero la democracia ha ganado”. En Ecuador, donde han alternado dictaduras y gobiernos civiles, algunos de los cuales como el del presidente Rafael Correa tuvieron empaque de dictaduras, la falta de democracia ha resultado un lastre para el progreso.
 
Finalmente es imperativo el compromiso con la verdad. “Debemos rechazar la cultura en la cual los datos y los hechos son manipulados y en algunos casos hasta fabricados…Las mentiras dichas por el poder o por ganar conducen a hechos dolorosos”. En nuestra campaña electoral y en nuestros políticos la verdad es elusiva. Hay mentiras que rayan en el cinismo: asegurar que han conseguido millones de dosis de vacunas. El populismo siempre juega con mentiras aprovechándose de las necesidades y sueños de los más débiles, por conseguir votos. En alguna campaña, Álvaro Noboa hizo llenar formularios de inscripción para las casas que se construirían si ganaba. Los formularios fueron encontrados en un basurero. Andrés Arauz ha prometido mil dólares “electrónicos” si gana. Pan para hoy, hambre para mañana. Dinamitará la dolarización, único sistema estable en un país tan inestable como el nuestro. En las elecciones próximas enterremos al populismo y votemos por el candidato que defienda la causa de la democracia, no hay mejor sistema -con todas sus deficiencias- para garantizar libertad y progreso.