El muro de los lamentos

Patricia Estupiñán

POR PATRICIA ESTUPIÑÁN
 
Cansado de la indiferencia de los empleados del IESS en Quito, sin que nadie se conduela de su drama, un anciano se cortó este año las venas en las cercanías de la matriz de la institución, reclamando su jubilación. Al verlo en las noticias, las autoridades máximas ofrecieron asistirlo. Se podría pensar que fue un caso aislado, pero hay muchos. Rosa T.,
una empleada doméstica quiteña que cumplió 60 años, fue a la institución para iniciar los trámites. No constan los períodos de aportes que tiene firmados en su antigua libreta. Igual le sucede a Leonor P. Ambas saben que sus antiguos patronos sí las afiliaron. La primera hizo varios préstamos quirografarios y la segunda un hipotecario. ¿Qué pasó con esos ingresos que hoy, dolarizados, equivalen a centavos, pero que cuentan para el cumplimiento de números de aportes? Rosa y Leonor han deambulado sin encontrar respuesta.
 
La indiferencia también es crítica en los centros de salud. Eva B., en Guayaquil, acudió por meses con dolor en la boca del estómago y recibió paracetamol y pastillas digestivas. A comienzos de este año Mario N. fue porque que tenía problemas estomacales y perdía peso; le dieron pastillas contra los parásitos. Los dos estaban enfermos de cáncer y cuando fueron a centros privados porque no se sanaban con los tratamientos del IESS, el cáncer había avanzado en ambos casos. Eva murió dos meses después del diagnóstico privado y Mario está en etapa terminal en SOLCA.
 
La desidia se evidencia en el caso de Alfonso B., cuyo padre murió en 2013. A su muerte un abogado liquidó en Notaría los haberes respectivos a la empleada que lo acompañó. En 2019, Alfonso se enteró por la prensa de que existía una glosa y que como heredero debía cancelarla. Luego de más de siete meses de trámites y abogados para probar ante el IESS que la exempleada había recibido la liquidación, la glosa se anuló. No obstante, como el departamento respectivo no subió la resolución al sistema, se emitió la glosa y se inmovilizaron los fondos de las cuentas de Alfonso. Cansado de la maraña, pagó la glosa, pero el juez que debe firmar el documento lo tiene más de un mes en su escritorio. Las cuentas siguen inmovilizadas.
 
¿Quién responde por tanta indiferencia y desidia, que cuesta vidas, lágrimas y dinero, que nunca se devuelve? Los judíos llevan sus ruegos a Dios y los dejan en las hendijas del Muro de los Lamentos en Jerusalén. Así les pasa a muchos afiliados al IESS, que elevan sus oraciones esperando que en el IESS alguien se conduela de su suerte.