Cómo administrar este 2020

Carlos Rojas Araujo

No es una exageración advertir que este 2020 será un año definitivo. Definitivo, porque si seguimos al pie de la letra el discurso gubernamental, tendrá que comenzar la resiliencia económica.
 
Porque en los meses venideros, la clase política definirá los nombres de quienes se disputarán el poder en las próximas elecciones generales. Y porque será el año en que la Justicia demuestre si la transición ha valido la pena, más allá del resultado de sus fallos.
 
Sin embargo, el complejo entorno en el que discurre la convivencia nacional hace que el debate urgente sobre lo económico, lo político y lo institucional se vaya por las ramas. Los esfuerzos se agotan en la búsqueda de interlocutores que superen el estándar nacional, donde el éxito de sus carreras se mide por la infinita capacidad de boicot hacia sus adversarios.
 
Después del paro de octubre, Ecuador quedó vulnerable. El Gobierno apenas es capaz de hacer pocas reformas frente a poderosos ‘veto players’ que desde la Asamblea, la representación empresarial, la sindical y la dirigencia indígena eluden el análisis técnico de la economía. Lo peligroso con este juego irreal es que la campaña electoral volverá a distorsionar la magnitud de la crisis y el país queme tiempo precioso. De subsidios, reformas laborales, ajuste en la seguridad social y ahorro fiscal se hablará solo aquello que resulte políticamente rentable.
 
El país tampoco es consciente de la orfandad de su dirigencia política. Lasso y Nebot no cubren todo el espectro ideológico. Y el correísmo, ensimismado en sus líos judiciales, promete revanchismo en todas las facetas de una agenda donde no hay una sola reflexión crítica por su década de excesos.
 
Quito mira hacia todos los lados. La construcción de una corriente que la represente en las elecciones nacionales demora. Solo hay precandidatos, todos de un solo hervor, mientras las discusiones derivan últimamente en un preocupante regionalismo. Desde los pormenores de la protesta de octubre hasta el análisis, 20 años después, de quién es el papá de la dolarización contienen este ‘clivaje’ que parecía haberse superado años atrás.
 
Finalmente están las dudas interminables sobre cómo la Justicia pretende llegar al desenlace de los casos que podrían proscribir a Correa como un sujeto político en los próximos años.
 
Lo triste de esta discusión radica, precisamente, en que el país reduce la cuestión judicial a lo que ocurra con el exmandatario ubicándolo dentro de un calendario electoral, cada vez más cercano. Lo fundamental, es decir hablar de la independencia y la honorabilidad de este poder del Estado, ha quedado en un segundo plano.
 
En la reciente entrevista con Políticamente Correcto, el expresidente Jamil Mahuad hizo una analogía preocupante sobre la grave crisis de 1999 y las actuales circunstancias. Mientras el país siga inmerso en el bloqueo político, la economía se deteriorará más por la falta de acuerdos. Si el incentivo por destruir la reputación del gobierno y sus autoridades persiste, el shock tarde o temprano volverá a ser la drástica salida. Si las élites replican una y otra vez su lamentable comportamiento histórico, ¿cómo administrar entonces la importancia de este 2020?