También somos lo que callamos

Alegría Crespo

POR ALEGRÍA CRESPO
 
Cuando preparo la cena para mis hijos en pijama y con moño, cuando lloro, cuando no puedo dormir, pienso: nadie conoce esto de mí, o realmente muy poca gente. No nos dejemos obnubilar por lo que vemos en redes. Cada persona es un universo, tiene una batalla propia, sus problemas, dolores, miedos e inseguridades.
 
La pantalla opaca la realidad, los filtros borran las arrugas. Escuchaba con atención a Santiago Bilinkis (Argentina, 1970. Emprendedor y tecnólogo) en un TED Talk titulado “Cómo
nos manipulan las redes sociales” y es impresionante lo adictos que somos al celular. Lo desbloqueamos 150 veces, cada seis minutos. Vemos fotos de los demás y pensamos que somos los únicos que no se están divirtiendo tanto o que no tenemos tantos amigos o que no somos tan guapos. Los algoritmos buscan hackear nuestra atención (y lo hacen con nuestra información) y no liberarnos, de esta manera se crea adicción y las plataformas buscan generar réditos económicos. El cerebro humano percibe al celular como un órgano del cuerpo más y cuando no lo tenemos cerca, sentimos que nos falta algo.
 
Pensaba con certeza que la pandemia nos haría más tolerantes agradecidos y pausados. Tal vez a muchos les ha transformado para bien, sin embargo, ha salido a la luz el instinto primario y a la defensiva, cargado por dosis de depresión y ansiedad. Los demonios se han exacerbado. El teclado aguanta todo y detrás de un avatar la agresividad tiende a escalar. Tengo unos cuantos seguidores en mis redes y así como se puede generar mucho bien, veo que en redes se puede generar mucho daño. Varias veces me han criticado por ser positiva, a lo que yo realmente hago oídos sordos y pienso que, en este caso, el problema no es mío, es de quien lo lee. Nos hemos acostumbrado al ataque, a la burla, a hacer de menos al otro y no por eso, está bien. Al contrario, es una sociedad que pide a gritos elegancia, buen trato, respeto, educación... Quien eres en redes también demuestra algo de ti. La incomprensión lectora y la tergiversación del mensaje hace que se generen reacciones sorprendentes y que causen en el emisor frustración e impotencia, pues han cambiado lo que quería decir a conveniencia del receptor.
 
Sin embargo, en mi caso, los mensajes de aliento de personas que agradecen por darles una palmadita o por levantarles el ánimo, así como las conexiones virtuales generadas, hacen que valga la pena seguir aportando en redes. Me encanta la autenticidad y no encuentro otra forma de presentarme en las plataformas virtuales. Sin embargo, mis problemas personales los cuento a mi psicólogo o a mi mamá, suficiente lío tiene este mundo para más amargura expuesta. Ojalá en 2021 dejemos de pasar tanto tiempo en redes y pasemos más tiempo con nosotros mismos. Que esta pandemia y 2020 nos dejen esa gran lección. Que seamos mejores personas, es momento ya.