Por más líderes y menos autoridades

Alegría Crespo

Me ronda el concepto de “liderazgo” hace muchos años, desde que era niña. Es un concepto sólido, fuerte, desafiante. El liderazgo es un conjunto de habilidades para saber guiar, para dirigir, para ser digno de credibilidad. El liderazgo dista de ser conseguido como un título en un cartón al estudiar, ni en la universidad más prestigiosa. Es una elección de vida y la comunidad lo otorga. Se lo gana con el sudor de la frente y siendo coherente, es decir, que lo que piensas, dices y haces, va en la misma línea y esta línea mueve mentes. El ser líder es un honor.

Seguramente, conocemos bien el concepto de autoridad. Se ve reflejado en nuestros padres, nuestros profesores, nuestros jefes, nuestros superiores. La gran diferencia es que elegimos quiénes son nuestros líderes, más allá del cargo que ocupan, los elegimos por lo que nos motivan a hacer, por cómo nos transforman.

Leyendo a Simon Sinek, escritor inglés, reafirmo este pensar. Sinek cuenta cómo un militar norteamericano llamado William Swenson fue premiado, en 2014, por el Congreso de EE.UU., con una medalla de honor por su accionar heroico al proteger a funcionarios afganos que se reunirían con ancianos en una aldea en Afganistán. A este grupo le sorprende una emboscada y son rodeados por tres flancos. El capitán Swenson no duda en correr en fuego abierto para ayudar a los heridos y sacar a los muertos. Este momento está captado en un video, se ve cómo el capitán Swenson rescata a un soldado con un disparo en la nuca, lo lleva con un compañero al helicóptero para que sea socorrido, se acuclilla, le da un beso en la frente y sigue su misión de rescatar más gente. Impactante. Este es un ejemplo de líder, quien no piensa en él, quien piensa en los suyos. No duda en sacrificarse por su gente. Eso lo podemos ver en vocaciones como la milicia, la medicina, la educación, el servicio social. El líder come después de que los suyos se hayan alimentado, cuida a su gente. Los líderes, esos líderes de verdad, se mueven por el amor, por algo que los hace seres superiores.

El liderazgo, pienso, se compara con la paternidad asertiva. Guías a tu hijo, lo comprendes, intentas modificar su conducta para bien, no lo despides como lo harías con un empleado. Es tu hijo, lo transformas. Es parte de tu equipo, lo apoyas. El liderazgo que mueve es aquel que se basa en sentimientos, como la confianza y la cooperación, no en instrucciones. Podemos actuar mecánicamente siguiendo una instrucción, pero cuando realmente nos comprometemos, es al sentirnos cuidados y valorados. Eso no se instruye, eso se siente.

En la era paleolítica, el mundo estaba atestado de peligro, con el fin de lograr la evolución humana. El círculo de la seguridad dentro de la tribu, lograba que los seres humanos duerman. Actualmente, también estamos llenos de peligro, llenos de amenazas. Creo que podemos lograr esa tribu en la cual el objetivo sea cuidarnos, protegernos y podamos dormir tranquilos.

El liderazgo realmente importa porque marca un ritmo, un lema, un precedente. Necesitamos sentirnos protegidos, necesitamos buenos líderes, nosotros también ejerciendo nuestro liderazgo en nuestro núcleo y sintiéndonos motivados en nuestros trabajos y comunidad al sentir que confían en nosotros y que somos parte de la transformación.

Todos somos capaces de acciones heroicas día a día, todos tenemos un líder dentro, lo importante es basarnos en la confianza y la cooperación. ¿Qué tan lejos estamos de ello?

Menos autoritarismo, más liderazgo: eso elijo yo.