Bailemos

Alegría Crespo

POR ALEGRÍA CRESPO CORDOVEZ
 
Aquí nos encontramos, queridos amigos, empezando 2021 con mucha esperanza, pero algo (o bastante) desconcertados.
 
Esta primera columna de 2021 pretende ser fresca y por eso voy a remitirme a algo que me apasiona: la música. Desde chica he amado la música, los sábados en la mañana se escuchaba en mi casa a Vivaldi, Bach o Mozart, los Chalchaleros, o una buena dosis de jazz o bossa nova. La música ha marcado mis etapas de vida, era muy buena imitando a cantantes con mis hermanas y nuestra vida giró en torno a las canciones del momento. Aprendí a tocar guitarra a mis nueve años y al tomarla hoy en mis manos, vuelvo a momentos felices de mi vida.
 
El día 29 de agosto de 1998 me ensordecí de dolor y mi música se puso en pausa. Mi familia entera iba en un viaje dirigido a Cuba. El avión se estrelló al despegar y ese día murió mi padre en el accidente de Cubana de Aviación a sus 49 años, con tal fortuna que mi mamá Alegría y mis hermanas Andrea y María Fernanda sobrevivieron. Ese día dejé de escuchar las sinfonías. Entré a la Unidad de Terapia Intensiva y vi a mi madre con fuertes quemaduras, hinchada entera, la habían rapado y me dijo “se fue mi cubanito”. Nos apretamos la mano con profundo dolor, después de un momento vino el médico y comentó que se le pondrán los santos óleos, mi mamá con pocas fuerzas agregó “mejor pónganme una bossa nova”. En ese momento sentí que ella viviría y que la música era una de sus medicinas. Esos meses en el hospital, mientras mi mamá y hermanas se recuperaban, no dejamos de escuchar música y soñar en mejores días.
 
Hoy tengo a mi hijo Rodrigo (que se llama así en honor a mi padre), quien es músico profesional, cantautor y me llena la vida de notas y de amor. Además de cantar junto a mis hijos Gonzalo y Alegría del Mar como legado familiar.
 
“Sin música, la vida sería un error”, es uno de los pensamientos de Nietzsche que dan pie a esta primera columna de 2021, para que comencemos bien el año.
 
Presento esta comparación porque he procurado seguir bailando, a veces sin fuerzas, pero seguir haciéndolo, a pesar de que siento que un Réquiem de Verdi ha sido el fondo musical que nos ha acompañado gran parte del tiempo. Comenzamos un nuevo año, vamos escogiendo la música que escuchamos y con ella, vamos poniendo un pie al lado del otro para seguir bailando el ritmo que la vida nos ponga. No podemos sentarnos, no podemos parar, creo que lo que nos pide la vida es no dejar de bailar. Si tu vida no te está permitiendo espacios para bailar, jugar, cantar, reír, es momento de replantear tus acciones, es momento de coger las riendas de tu existencia y darle ritmo. Por eso, te invito a bailar conmigo. No me digas que no.