¡YA QUE CH@!%A!

Alberto Acosta-Burneo

POR ALBERTO ACOSTA-BURNEO
 
Es la respuesta de un pueblo que siente que ya no tiene nada que perder, sin esperanza, sumido en una crisis económica y moral. La filosofía totalitaria destruyó las instituciones y los cimientos morales de nuestra sociedad. En 2021, no solo elegiremos un nuevo presidente, la decisión será entre continuar descendiendo por la senda del totalitarismo o resurgir como una sociedad libre y próspera. Analicemos las alternativas.
 
No hemos tocado fondo, podemos seguir descendiendo al totalitarismo. Una filosofía en donde el Estado es la encarnación del espíritu, del mundo perfecto, y todos los ciudadanos debemos sujetarnos a sus designios. Un Estado exento de obligaciones morales, en donde todo vale. Su único juez es la historia. La mentira y el engaño se justifican porque, al final, la historia juzga los grandes actos. Lo bueno es lo que fortalece al Estado y lo malo, lo que lo debilita. Esa es la única escala de valor posible. No puede existir engaño a los individuos cuando el “corazón está dictando” desde el espíritu de una nación.
 
¿Dónde quedan los ciudadanos? En una sociedad en donde lo único que importa es el éxito del Estado, los individuos cuentan solo en cuanto a colectivo para alcanzar los objetivos estatales, pero no importan sus objetivos personales ni sus anhelos. Los ciudadanos no deben resistirse al “poder creativo” del “gran hombre” que dirige al Estado totalitario. Muchos aceptan el totalitarismo porque apela a los sentimientos de revancha y venganza contra quienes acusan falsamente de sus problemas y pobreza.
 
¿Cuál es la alternativa? Seguir el camino de las naciones que ahora son prósperas construyendo una sociedad liberal. Una sociedad basada en el respeto a la dignidad y particularidad de cada ser humano. Permitir a cada individuo ejercer su responsabilidad de pensar y actuar por sí mismo. Confiar en las capacidades del ser humano que, mediante el uso de la razón, puede decidir su destino. Devolverle al individuo las herramientas para superarse.
 
En el liberalismo no existe una utopía única que debe ser impuesta a la fuerza desde el Estado, sino que cada uno construye la suya propia. Eso sí, basado en un respeto sin límites al proyecto del prójimo. En el liberalismo, el fin no justifica los medios, no es aceptable abusar del resto ni parasitar del Estado como medio de vida.
 
Para que cada persona pueda ejercer al máximo sus capacidades, el Estado debe garantizar la existencia de una justicia igualitaria y la libertad para actuar. Los beneficios de una sociedad libre también alcanzan el plano económico. Solo en una sociedad libre se puede probar nuevas maneras de hacer las cosas, innovar, acelerando la creación de bienestar. No olvides que, en 2021, no solo elegirás personas, sino en última instancia escogerás entre ¡Totalitarismo o libertad!