Virus del control de precios

Alberto Acosta-Burneo

POR ALBERTO ACOSTA - BURNEO
 
Con el COVID-19 ha llegado una nueva oleada de intervención estatal en la economía. Paralizados por el miedo al virus y sin oponer resistencia, los ciudadanos han cedido gran parte de sus libertades con la esperanza de que el Estado solucione todos sus problemas. El renovado autoritarismo cree que tiene superpoderes para moldear la economía y la sociedad a su antojo. Pero la realidad es distinta, y cuando los ciudadanos despierten de este letargo se darán cuenta de que confiaron todas sus esperanzas a quien no tiene el poder para cumplirlas. Entonces vendrá nuevamente la desilusión.
 
Aquí algunos casos recientes. Los asambleístas plantearon bajar el costo de vida en 20 por ciento reduciendo arriendos, tasas de interés, etc. El Gobierno fijó los precios de las pruebas en laboratorios privados para detectar la presencia del COVID-19. El Consejo Nacional de Emergencia dispuso fijar precios oficiales de insumos médicos, convirtiendo su incumplimiento en un delito penal.
 
A primera vista, todas estas bienintencionadas iniciativas beneficiarían a los ciudadanos. Lamentablemente, solo demuestran el nulo conocimiento de economía de nuestros gobernantes y legisladores, quienes arrogantemente creen que pueden fijar exitosamente los precios a su antojo. Hagamos una revisión de sus principales “olvidos”.
 
OLVIDO 1: Los precios no son un valor arbitrario fijado por los productores a su antojo. Los precios reflejan la valoración que hacen los individuos que participan en el mercado y la oferta que existe en
ese momento. Es decir, los precios (sin intervención estatal) siempre permiten que la oferta y la demanda sean iguales y que se venda toda la producción disponible.
 
OLVIDO 2: Los precios dirigen la producción y los recursos a los usos más deseados por los consumidores. Por ejemplo, cuando sube el precio de los trajes de bioseguridad porque de repente más gente los quiere, los ciudadanos están enviando un mensaje claro a los empresarios: produzcan más trajes. El control de precios arruina este mecanismo de comunicación de consumidores a productores. No olvidemos que no son los empresarios quienes deciden qué y cuánto producir, sino los consumidores.
 
OLVIDO 3: Los controles de precios eliminan los incentivos para que los productores actúen. Cuando un precio sube, hay un incentivo para que los productores aumenten la oferta y satisfagan los deseos de los consumidores. Pero si el gobierno no permite que un precio suba, los productores no actuarán elevando su oferta (provocando que los precios vuelvan a bajar) y muchos consumidores se quedarán sin producto. Se produce escasez.
 
No caigamos presos del populismo económico y de las salidas “fáciles” como el control de precios. La única manera de aumentar la riqueza en la sociedad es elevando la producción, siempre respondiendo a los deseos de los consumidores. La preocupación de las autoridades debería ser impulsar la oferta garantizando que no existan barreras de entrada para nuevos productores. Que sea fácil responder al “llamado a la acción”, incrementando la producción cuando sube un precio. Recuerden que los ciudadanos siempre somos los perdedores del control de precios, los cuales producen escasez y desvían recursos de producción hacia usos que no son urgentes.