Virtudes para el progreso

Alberto Acosta-Burneo

¿Cómo explicar que algunos países hayan alcanzado elevados estándares de vida y que otros se mantengan en el subdesarrollo? Desde una perspectiva netamente económica, los países desarrollados son aquellos que han acumulado más capital (máquinas, equipos y tecnología). La acumulación de capital eleva el nivel de vida de la población porque aumenta la capacidad de producir de cada individuo (lo que se conoce como la productividad del trabajo). Actualmente, no es necesario desarrollar nueva tecnología, basta con comprarla de países más avanzados. Si la solución es tan sencilla, ¿por qué no la implementamos?
 
El problema es que la acumulación de capital no llega sola, requiere de condiciones culturales acordes al progreso, lo que podemos llamar acumulación de capital cultural. Esto exige la adopción de una ética del progreso, de un sistema de virtudes que abran las puertas a la prosperidad. Los países con elevados estándares de vida son aquellos que lograron escapar de las tendencias autodestructivas y del saqueo arbitrario por parte del Estado a quienes progresan...
 
Las virtudes indispensables para alcanzar la prosperidad son aquellas que permiten construir una sociedad sobre relaciones voluntarias fundadas en la confianza. Relaciones en las que ambas partes salen ganando basadas en el respeto irrestricto al derecho a la vida, propiedad y libertad. En la práctica, esto implica el respeto a los contratos, independencia de la justicia, división de poderes, entre otros.
 
El capital cultural se evidencia en la aparición de instituciones y reglas que impulsan la productividad y el crecimiento económico en el largo plazo. Sus beneficios se extienden más allá de la economía y afectan la vida diaria de las personas. La calidad de las instituciones y reglas explican las diferencias entre países en su tecnología, capital físico y humano.
 
¿Cómo acumular más capital cultural? La solución no se reduce a mejores leyes (aunque también las necesitamos). Requerimos un giro total en la educación para formar a las nuevas generaciones en una cultura del progreso: de trabajo arduo, previsión frente al futuro y austeridad para impulsar una creciente acumulación de capital (máquinas, equipos y tecnología).
 
A diferencia de lo que predica el materialismo histórico de Marx, solo la mente humana tiene el poder para retirar las insatisfacciones de la vida. Las fuerzas productivas son un fenómeno racional, intelectual e ideológico. La racionalidad es la única capaz de encontrar los medios más eficientes para mejorar el nivel de vida.
 
¡Liberemos las fuerzas del progreso! Las mentes libres inventan, se proyectan, buscan nuevas y mejores maneras de hacer las cosas. La innovación es la hija predilecta de la libertad. La competencia trae libertad y siempre produce cambios. El peor enemigo es el estatismo burocrático que con trabas y permisos impide el cambio, mantiene inmovilizada e ineficiente a la producción. Nuestro desafío es crear una cultura de confianza y respeto a los contratos basada en virtudes acordes con la generación de bienestar: trabajo arduo, austeridad, racionalidad y libertad.