S.O.S. a la democracia

Alberto Acosta-Burneo

Han pasado 40 años desde que Ecuador retornó a la democracia. Este no es un sistema de organización política perfecto (ninguno lo es), pero definitivamente es un sistema compatible con la libertad. Analicemos algunas de las falencias de nuestra democracia para luego proponer correcciones.
 
En nuestra democracia hemos padecido de “dictadura de las mayorías”. Para que una democracia funcione, se deben producir consensos entre los ciudadanos para determinar los caminos a seguir. Esto limita las opciones de política del gobierno solamente a aquellos temas en los que pueda haber acuerdos. El problema se origina cuando hay una opinión homogénea sobre un tema y no existen mecanismos para garantizar el respeto al derecho individual de las minorías. Por ejemplo, la consulta popular de 2011, prohibió los casinos porque así lo quiso la mayoría, violando el derecho individual de un grupo de ciudadanos a realizar  una actividad económica que no afectaba el derecho del resto.
 
En nuestra democracia también han aparecido líderes autoritarios, quienes han abusado del poder violando impunemente el derecho individual de los ciudadanos. Esta tendencia se produce, porque nuestro sistema político otorga demasiado poder al Ejecutivo. No existen pesos ni contrapesos adecuados en los otros poderes del Estado: Legislativo y Judicial. Incluso se han creado engendros como el Consejo de Participación Ciudadana, que solo sirven para acumular más poder en el Ejecutivo. Con un poder del Estado sin límites, los ciudadanos hemos tenido que ceder nuestra libertad frente a regímenes despóticos y corruptos. Como lo describió el político e historiador inglés Lord Acton: “el poder tiende a corromper y el poder absoluto, corrompe absolutamente”.
 
Debemos corregir los errores de nuestra democracia a través de la creación de un gobierno de las leyes, y no de las personas que forman la argolla en el poder. En donde todos los ciudadanos seamos iguales ante la ley, y se limite al máximo el poder de coerción y arbitrariedad en las decisiones del gobierno. No podemos olvidar que mientas más poder otorguemos al Estado, más libertad debemos entregar a cambio (entregando así el control sobre nuestras vidas).
 
Necesitamos una nueva Constitución y normas que establezcan claramente las funciones del Estado y limiten su poder a través de pesos y contrapesos adecuados. Debemos aprender que una democracia justa debe estar guiada por principios generales de respeto al derecho individual a la vida, libertad y propiedad. Lo que es justo a nivel individual, también lo es a nivel colectivo.
 
Urge un nuevo marco legal e institucional que garantice un ambiente favorable para la creación de bienestar: reglas claras y predecibles, respeto a los contratos e independencia de la justicia. ¡Todavía tenemos un largo camino por recorrer para salvar nuestra democracia y crear una sociedad libre!