Fin de ciclo

Alberto Acosta-Burneo

En 2017 los ecuatorianos no solo elegiremos presidente y asambleístas, sino que tendremos que escoger el nuevo modelo económico para la próxima década. Nos enfrentamos a una encrucijada en la que el presidente entrante, independientemente de su ideología, tendrá que dar nuevas respuestas políticas a una realidad económica distinta. 
 
El macro ciclo de las materias primas ha terminado y nos encontramos en la etapa de precios bajos. En el caso del petróleo, el mejor de los escenarios apunta a un precio de alrededor de 60 dólares por barril, lejos de los 100 dólares registrados hasta 2014. 
 
Este nuevo escenario económico ha sido la estocada final al Socialismo del siglo XXI. Con arcas fiscales vacías, ya no es viable un modelo económico de fuerte intervención estatal. Algo que el gobierno saliente no quiere aceptar. Para aliviar el impacto de la crisis acudió agresivamente al endeudamiento público.
 
Pero aplacar los síntomas no cura la enfermedad, y el gobierno entrante heredará un país con importantes desequilibrios. En materia fiscal: un gasto público abultado y adicto al endeudamiento cuyo servicio supera ya el presupuesto conjunto de salud y educación. Para emprendedores y empresarios: elevados costos de producción y tributos, un rígido mercado laboral que no fomenta la creación de empleo, exuberante tramitología y permisos de operación. Para los ciudadanos: precios de bienes y servicios que, en algunos casos, superan a países de- sarrollados y que resultan excesivos frente al actual nivel de ingresos. 
 
En medio de una campaña electoral, el gobierno saliente quiere convencernos que la economía ha entrado en una fase de acelerada recuperación y que crecerá 1,4 por ciento en 2017. Pero no hay indicadores que sustenten esta previsión y la recesión podría continuar en 2017. Es inevitable un ajuste integral para que la economía vuelva a crecer y a generar em- pleo. ¿Qué nos proponen los políticos para sustituir al Socialismo del siglo XXI?
 
En la orilla oficialista, aparecen tímidas declaraciones de cambio de rumbo y de mayor acercamiento al sector empresarial. Su candidato busca un equilibrio imposible entre proponer nuevas políticas adaptadas al escenario económico actual, al tiempo de no desprestigiar lo hecho en la última década. Como esta tienda mantiene su visión de un Estado grande, para cerrar la brecha fiscal se insistirá en más impuestos a los ciudadanos. El gasto público se reducirá en la medida en que no se consiga todo el financiamiento deseado. En este grupo podemos incluir a otros candidatos de centro izquierda.
 
En la otra orilla, están quienes proponen enfrentar los desequilibrios reduciendo el tamaño del Estado y devolviendo al sector privado un papel protagónico. Buscan que un Estado más pequeño permita reducir impuestos a la producción y a los ciudadanos con el objetivo de que incrementen su consumo y así dinamicen la economía.
 
El fin del ciclo económico ha precipitado un cambio político. No nos fijemos en las ofertas de bambalina, sino en cómo los candidatos proponen solucionar los desequilibrios económicos heredados del gobierno saliente y a quién pasarán la cuenta de los excesos vividos durante la bonanza.