El doble desafío

Alberto Acosta-Burneo

Hace cinco años se desvaneció el espejismo de que se podía alcanzar el paraíso terrenal a través de una economía impulsada por el gasto público. La realidad es más compleja. La única manera de generar bienestar es a través de un entorno propicio para la acumulación de capital físico (máquinas, equipos y tecnología), lo que a su vez requiere de una acumulación de capital humano (valores morales, capacidades e instituciones).

Los países que ahora son desarrollados son los que crearon las condiciones políticas e institucionales (formales e informales) requeridas para un proceso continuo de ahorro, inversión y acumulación de capital. Por otro lado, en los países subdesarrollados esas instituciones no existen y son frecuentes: el irrespeto a la propiedad privada, impuestos distorsivos, regulaciones que limitan el comercio para premiar a ciertos productores, irrespeto a la libertad individual y a la vida de las personas, etc. Todas estas son formas en las que los gobiernos limitan el bienestar.

En los países subdesarrollados hacen falta instituciones (formales e informales) que defiendan a los individuos del abuso de poder, expropiación y confiscación de los gobiernos. Esto implica la construcción de una sociedad con un sistema de valores morales compatibles con el comercio, que impulsen la cooperación social sobre una base voluntaria, una sociedad con elevado capital humano. No existe una receta sencilla a este desafío.

Por el lado económico, el desafío es acelerar la inversión. Para invertir, los países que ahora son desarrollados tuvieron que ahorrar (dejar de consumir). Afortunadamente, los países más rezagados en este proceso pueden beneficiarse de los resultados de quienes les precedieron. El endeudamiento y la inversión extranjera son mecanismos para acelerar la inversión productiva y la adquisición de bienes de capital modernos. Dos medidas recientes mejoran el entorno para la inversión en Ecuador: la adhesión de Ecuador al CIADI para garantizar una justicia independiente, y el Decreto Ejecutivo 165 que defiende la independencia de los centros arbitrales frente al Consejo de la Judicatura y facilita el cumplimiento de laudos nacionales e internacionales.

Todavía tenemos mucho por hacer. Nunca olvidemos que una sociedad de bienestar es aquella que logra este doble desafío de construir capital físico y humano. ¡No hay atajos al paraíso!